Leila Slimani, voz de los humillados

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Canción dulce, un título envenenado

Es el primer jueves del mes de julio y hay dos filas reservadas en el auditorio de la Bibliothèque Nationale en Rabat. El resto de los asientos se van ocupando a la espera de la escritora Leila Slimani, habrá un hombre por cada dos mujeres. Muchos llevan en la mano su último libro Chanson douce. Los periodistas llegan ataviados de cámaras y micrófonos. Aterriza parapetada por una comitiva que la acompaña, aunque pequeña, da la impresión de ser fuerte y segura de sí misma, se mueve con soltura y la protección resulta innecesaria. Antes de comenzar la charla, ríe con naturalidad mientras le presentan a las autoridades, monsieur le Ambassadeur. Se sienta a la espera del comienzo del acto. Mira de reojo al enorme auditorio, parece sobrecogida por la multitud que ha venido a escucharla y se diría que calcula mentalmente, diecisiete filas de dieciocho asientos cada una. Se recoge en el suyo queriendo esconderse. Un periodista le ataca con el flash y su cuerpo se tensa de repente. Todavía parecen asustarle. En cambio, cuando una amiga le pide una foto juntas, sonríe con naturalidad mientras la abraza. Diría que le gusta el contacto con la gente. Se apagan las luces, aplausos, se levantan y se sientan en las butacas del escenario. Un bronceado caballero se encarga de la presentación. Periodista y ahora escritora, mujer y joven, marroquí que vive en Francia. Comentarios elogiosos por conseguir el Prix Goncourt, sonríe agradecida, mira al público, bebe agua.

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Tiempo de café

Toma la palabra la actriz Fatym Layachi con la que hoy charlará. Escucha atenta mientras resume la novela: la historia de una niñera que mata al bebé que cuida. Es un relato de profunda carga psicológica, que no se amilana al abrazar la brutalidad y el horror. La autora explica la fascinación que le causa esa profesión, esas mujeres que se encargan de cuidar a nuestros hijos. Siempre le han parecido personajes muy novelescos y recuerda la niñera que vivía en su casa de pequeña en Rabat. Extraños en nuestras casas cuidando de nuestros hijos. Habla con pasión, a gran velocidad, parece que no quiere olvidarse de nada. Rememora cómo escribió unas páginas sobre el tema que entregó a su editor confiando en que estuvieran muy bien, y sin pudor confiesa que le respondió diciendo que eran una gran nulidad. Sin embargo, la idea permaneció en su cabeza. Habla ante cientos de personas como si fuera una conversación íntima con un amigo. Explica el germen de su novela, la imagen de una mujer ante el cadáver de su hijo, asesinado a manos de su cuidadora. Tal vez solo una foto más en un periódico, pero su fuerza la arrastró a escribir de un tirón las tres primeras páginas de su novela, comenzando por eso, por un bebé muerto y una madre desesperada. Levanta la mirada, nos ha dejado ver su alma sin protegerse. No quería que la cuestión fuera si el bebé moriría al final, sino que le importaba bucear en lo que le pasa a esa niñera para llegar a ese punto. No sabemos nada de ella y quería colocar al lector en esa situación, en tener que descubrirla paulatinamente.

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Energía para el futuro

El éxito del premio y la excelente acogida de la novela le deja mucho menos tiempo para escribir, lo dice con una brizna de pesar, pero remonta el vuelo asegurando que debe disfrutar de esta circunstancia y atesorar la máxima energía posible para los años en los que sea menos requerida. Su próximo paso ya está en marcha, será un ensayo sobre la sexualidad en Marruecos. Retoma enérgica su discurso, detesta la hipocresía de su país de origen, ese juego de no hacer lo que se dice y no decir lo que se hace. Su primera novela, Dans le jardin de logre, trataba sobre la adicción sexual femenina y a raíz de ella se ha encontrado con muchas mujeres que le contaban su vida íntima y le han marcado sobre todo las palabras con las que se expresaban, sin saber cómo hablar de sexo porque nunca lo habían hecho en voz alta. Se pregunta por qué en Marruecos se ha vuelto un tema tan espinoso. “Hay que dar la palabra a las mujeres”. Su discurso es muy aplaudido, pero no parecía ese su objetivo, lo decía perpleja de que sistemáticamente se silencie a la mitad de la población.

En la ronda de preguntas le cuestionan acerca de la función de la literatura en la sociedad. Serena, afirma que los libros no van a cambiar el mundo, pero los escritores pueden abrir las mentes, dar nuevos puntos de pista y conseguir que los lectores observen nuevos horizontes. Acompaña sus palabras con movimientos de brazos que se expanden. Continúa su charla, pero ha dejado de ser la autora de una novela y se convierte en una lectora voraz. Menciona a Chejov y de nuevo nos muestra su intimidad acerca de lo que supuso para ella leer a los rusos y a Choukri. La literatura rusa, al igual que la marroquí, da el poder a los humillados, pone su foco en esos personajes y les devuelve su dignidad, y eso es lo que las une. Parece que Leila Slimani ha aprendido de los grandes.

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—3ndi mushkila. —Quel est ton mushkil? —Khasni il baraka dielek. —Je te donne mon baraka.

Canción dulce ha sido editado por Cabaret Voltaire.

Esta entrada forma parte del proyecto Adopta una autora, como adoptante de Leila Slimani.

18 respuestas a “Leila Slimani, voz de los humillados

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  1. Vaya por delante que no soy erudito en la materia ni tampoco ilustrador, y con respecto a ataviado, según la RAE:
    «ataviar
    Der. del gót. *attaujan ‘arreglar’, y este de taujan ‘hacer’, ‘obrar’; cf. neerl. medio touwen ‘preparar’.
    Conjug. c. enviar.
    1. tr. Componer, asear, adornar. U. t. c. prnl.
    Real Academia Española © Todos los derechos reservados», de ahí que está fuera del contexto que le quieres dar y, por ende, el error.

    Las palabras no resultan naturales o rebuscadas por la frecuencia que estas sean utilizadas, sino porque guarden coherencia con el contexto que se las ubica. El término «cargados», por ejemplo, resultaría mucho más natural, de ahí que «ataviados» resulte un vocablo erróneo y rebuscado.

    Espero que el alegato sirva para despejar la incógnita planteada.

    Saludos

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  2. En el primer párrafo, aparece en cursiva erróneamente el nombre de un edificio; un poco más abajo, en el mismo párrafo, el término ataviados, además de errar en la composición sintáctica, se prevé antinatural y rebuscado. En cuanto a lo demás, hacerte saber que he disfrutado con la lectura de este interesante aporte.

    Saludos

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    1. Hola fran,
      ¡qué alegría encontrarte en plena forma!
      Gracias por la aclaración de la cursiva, lo corrijo.
      Tema, ¿si lo uso a diario deja de ser rebuscado? No entiendo qué quieres decir con lo de errado en la composición sintáctica, ilústrame por favor.
      Gracias por la visita y el comentario.

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