Plegarias atendidas

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Promesas incumplidas

Como me había prometido a mí mismo, cada semana iba al hammam a observar lo que allí dentro ocurría y a anotarlo. No vayas a pensar que era una pesada carga, una de esas actividades que comienzan siendo divertidas y terminan por ser una tarea cansina de la que casi te arrepientes de haberte comprometido. No fue ese el caso en ningún momento, cada vez que he ido a los baños ha sido sobre todo un gran momento de relajación y me he sentido como nuevo al salir. Lo que sí que cambió fue mi manera de estar allí dentro, observaba todo lo que ocurría, las características del local, su decoración y la temperatura o si en algo había cambiado respecto a la vez anterior. A mi entender, lo más interesante que ocurre en los baños tiene que ver de una manera u otra con las personas que lo pueblan, por eso les prestaba atención a todos, escudriñaba su comportamiento intentando adivinar las relaciones familiares o de amistad entre ellos, de una forma similar a cómo hacía en las terrazas de Fes. Una vez en la sala, cerraba los ojos y me repetía en voz baja los datos fundamentales de lo que ese día encontraba, intentando memorizar los detalles más exóticos, algún comportamiento fuera de lo normal, una conversación divertida entre dos ancianos, algún chavalillo que a todos hiciera reír.

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Otras voces, otros ámbitos

Por supuesto que había cosas que no entendía, objetos que no había visto antes y entonces tenía que preguntar para qué servían y se convertía en una buena oportunidad para preguntarles por su vida, para saber a ciencia cierta qué le ha ocurrido a ese personaje antes de llegar hasta allí y conocer qué le preocupaba y cuáles eran sus sueños. Una vez empezaba la charla, ellos se sentían con la confianza de preguntarme por mis circunstancias. En apariencia, todo les interesaba, desde mi procedencia hasta mi situación sentimental, tanto el dinero que ganaba como si ya me había vuelto musulmán. Yo les contestaba sin rubor con la esperanza de que durante la conversación me regalaran una perla que pudiera reflejar en mi cuaderno de notas. Cuando así era, me sentía contento y, al menos por un rato, sentía que todo aquel proyecto de escribir sobre el hammam tenía sentido, que podía resultar algo digno de ser leído.

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¿Plegaria atendida?

Otras veces, en cambio, me parecía que cada jornada era en lo esencial similar a la anterior, el lugar de siempre con idéntico ritual de limpieza y los mismos comentarios a las preguntas de todos los días. Y entonces planeaba visitar un nuevo local para la semana siguiente o aprovechaba el sábado para ir a las piscinas naturales de Moulay Yacoub o al menos para desplazarme al otro extremo de Kenitra y volver a un hammam que no visitaba desde hacía meses. Intentaba modificar artificialmente la experiencia ante el abismo que suponía escribir por cincuenta y dos veces la misma visita a los baños. Y en esos momentos detestaba mirar mi cuaderno y todo me resultaba absurdo, carente de relevancia. El problema estribaba en que esa angustia sucedía una vez estaba desnudo en la sala caliente y nada hacía pensar que algo relevante fuera a ocurrir. Lo peor fue durante las semanas calurosas de verano, cuando las salas se vacían porque la gente prefiere pasear por la calle o bañarse en la playa. En esos momentos de soledad e incluso de aburrimiento, sí que sentía que me pesaba la tarea y lo único que podía hacer era implorar porque algo extraordinario sucediera. No me refería a que alguien llegara y se resbalara al caminar de manera cómica, de forma que pudiera completar un par de líneas, ni de que los trabajadores que se encargan de la limpieza discutieran más de lo habitual y pudiera dedicar un capítulo a las relaciones entre ellos. Rezaba porque algo significativo ocurriera, que le diera por completo la vuelta a mi historia de observación en los baños, que llegara un personaje con una historia lo suficientemente interesante que de golpe todo el relato recobrara un nuevo sentido y que todas las piezas encajaran. Mientras me relajaba con el calor de la sala, deseaba que la puerta que se abría fuera el catalizador de una gran transformación.

Hay que tener cuidado con lo que se desea.

Todas las entradas dedicadas a la escritura de mi primera novela se encuentran en la pestaña No es asunto tuyo dentro de la sección El escriba.

Tiempo rememorado: última semana de agosto de 2016

15 respuestas a “Plegarias atendidas

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  1. Saludos Alberto, me ha gustado como has narrado esta experiencia en los baños, pocas veces nos permitimos vivir de una manera completa el tiempo presente, concentradonos en los detalles que nos rodean, ojala pudiésemos todos vivir así mas seguido. Creo que aun cuando esperabas que un suceso impresionante sucediera, este ya estaba ocurriendo dentro de ti de alguna manera.

    Un abrazo grande!

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