Línea de meta

La salida de los corredores se escalona cada diez minutos. Los profesionales terminan cuando yo aún espero. Nos movemos como chiquillos nerviosos antes de los regalos. Caliento solo porque los demás lo hacen. Me preparo para los veinte quilómetros que tenemos por delante. Un pistoletazo señala nuestro comienzo. Primeros compases de la canción que me marca siempre el ritmo al cruzar la salida. Vuelvo a estar solo rodeado de gente.

Me he despertado antes de que sonara el despertador. Hoy es el día marcado en el calendario. Sobre el sofá descansa el taco de folios tal y como lo dejé preparado anoche. Versión depurada de la corregida previamente. El plan es sencillo. Leeré mi primera novela de un tirón. No sé cuántas horas serán necesarias, pero estoy dispuesto a continuar sin descanso hasta la última hoja. He meditado con cuidado el lugar en el que me instalaré. Un minúsculo cafetín frente a la playa. Desierto a finales de febrero. Otras veces he escrito allí, acunado por las olas incansables. Atei bnaana, shukran. Leo el título en voz alta. Meshi shughlek.

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Preparados para comenzar la lectura

Los primeros quilómetros de la carrera se me han pasado volando. El salto aleatorio de las canciones me transporta mágicamente de un año a otro de mi vida. Me concentro en esos recuerdos para ignorar el dolor del hombro. Los pies se acoplan al ritmo de la música. Mis amigos se han marchado. Son capaces de correr más rápido que yo. Se cala la camiseta cuando intento beber de la botella sin bajar el ritmo. Maldito temblor de manos. Hay espectadores durante todo el trayecto. Un auténtico privilegio. Sus aplausos animan a seguir.

El camarero se acerca de nuevo. Al oírme hablar solo, se ha pensado que le llamaba. Se disculpa por el error. Smahlia ah sidi. No me distrae de mi lectura. Tan solo me detengo para hacer pequeñas correciones de alguna errata que se ha generado ella sola por la noche. Nunca desaparecerán por completo. Me protege del sol una cubierta de madera destartalada que permite que algunos rayos se cuelen y acierten en las mesas vecinas. Leo concentrado. Cabalgo montado en la historia por la que se suceden mis propias vivencias. Finjo desconocer el recorrido. Me dejo llevar donde la bestia me lleve.

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Lectores

Ya no oigo al público. Atiendo mi propia respiración fatigosa. Ojalá la música me haga olvidar este sol abrasador. La molestia del hombro me ha forzado a una postura extraña al correr y ahora me asalta una punzada en el pecho. Siento cómo todos me adelantan. El giro por la calle está premiado con una enorme subida. Ya me había avisado mi hermano. Estoy empapado de sudor. Esos coros sonaban aquella vez que madrugamos para salir juntos a correr. Siempre lo recuerdo cuando los escucho.

Las visitas al hammam se suceden. Transcurren las semanas y las estaciones. Después de cada capítulo hago un pequeño descanso. Miro el mar. El camarero se ha cansado de vigilarme y habla con un pescador. De nuevo a la lectura. El calor del relato me invade. Siento que estoy tumbado sobre el terrazo húmedo a la espera de que el ksel venga a frotarme la espalda. Este lugar hace que me concentre en mis propios pensamientos. Un rayo de sol me alcanza como si se colará por el tragaluz de la cubierta abovedada de la sala fría.

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Tras la lectura conjunta

Solo restan los últimos dos quilómetros y ya sé que alcanzaré mi objetivo. Nada impedirá que llegue a la meta. Celebro cada nueva canción y calculo cuántas quedan hasta que recorra la recta definitiva. Si no estuviera tan fatigado escogería yo mismo el tema de despedida.

Desde noviembre a final de año se apelotonan las visitas a los baños y los acontecimientos. Último capítulo, desciendo el ritmo, aumento la pasión al recitarlo. No puedo evitar llorar. De nuevo mi voz se quiebra en aquella línea. Exactamente lo que quería escribir. Aquí está reflejada la historia que ansiaba contar. Esto es.

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Llegada a meta

Ya veo la señal de meta. Las calles están abarrotadas de personas que aplauden. Algunos gritan mi nombre, que leen en el dorsal. Los miro fijamente a los ojos. Me gustaría que comprendieran la emoción que siento en ese momento. Retiro los auriculares. Quiero concentrarme en las sensaciones. Sonríen, gritan y animan. Ya no siento ningún dolor. Es inevitable sonreír.

Mi respirar se acompasa con el oleaje. Lo he conseguido. Que nadie contamine este instante mágico. Me doy un paseo descalzo por la arena refrescado por el agua helada. Podría volar. Ojalá me sienta así cada vez que oiga esta voz.

Todas las entradas dedicadas a la escritura de mi primera novela se encuentran en la pestaña No es asunto tuyo dentro de la sección El escriba.

Tiempo rememorado: 24 de febrero de 2017

11 respuestas a “Línea de meta

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  1. Maravillosa esa canción y ese vídeo al final de tu relato (¿ésta es la de salida o la de meta?).
    Y mientras lo veo, tras leerte, me vuelven tus frases: «vuelvo a estar solo rodeado de gente», «me gustaría que comprendieran la emoción que siento en este momento», «podría volar».

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    1. Muchísimas gracias. Bon Iver es el mejor concierto en el que he estado en mi vida.
      Tu pregunta es totalmente pertinente porque después decubrí que la meta es solo es punto de partida de la siguiente carrera.
      ¡Qué bien me entiendes!

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