Da igual cuánto tiempo lleve estudiando el dialecto marroquí. Hay situaciones que inevitablemente me resultan confusas. Una de las habituales tiene relación con un asunto trivial. Al preguntar la edad a un adulto, casi siempre me responde su año de nacimiento. Traduzco el número que ha dado y no doy crédito. ¿Cómo va a tener ya setenta y cuatro alguien que aparenta solo un poco mayor que yo? Le pido que lo repita. Compruebo que lo había entendido correctamente. Entonces recuerdo que otras veces he caído en la misma trampa y calculo su edad a partir del año actual. Me agota el rodeo. Empieza a darme un poco igual el asunto. Dieciocho más veintiséis, cuarenta y cuatro. Aparenta más. Shukran. En España es más sencillo. —¿Qué años tienes? —Cuarenta y cuatro. —Buenas tardes.— Quizás se desvele así el comportamiento retorcido de los marroquíes, a menudo salpicado de respuestas indirectas y de gestos esquivos. O simplemente no le den la importancia que nosotros otorgamos a nuestra edad y se limiten a memorizar el año en el que nacieron. Últimamente me inclino por esta opción. A veces descubro a un hombre pasados los cincuenta que intenta facilitarme el cálculo aventurando su propia edad, pero se equivoca en dos o tres años. Le corrijo y su rostro no cambia. Le da absolutamente igual el resultado, como si no fuera más que un ejercicio matemático sin relevancia.
Hay otras situaciones para las que no te servirá de nada el dominio de la gramática o tu rico vocabulario. Efectivamente me refiero al exquisito gusto por llegar a la hora convenida que se respira en Marruecos. ¿Quién no ha oído hablar de la archifamosa puntualidad magrebí? Algunos insensatos osan decir que llegan siempre tarde. No seré yo quien se precipite en una conclusión equivocada. Es verdad que jamás ha llegado un amigo a la hora que me citó para tomar un café juntos. Pero apenas llevo cuatro años viviendo aquí. No puedo generalizar basándome tan solo en mi experiencia. Quizás lo hagan para conjuntarse con los servicios ferroviarios. Sería desconsiderado con el servicio público comportarse con extrema puntualidad y dejar así en evidencia a los caminos de hierro. ¡Menuda afrenta! En cualquier caso, se trata de una práctica ideal para aumentar mi cultura, ya que he decidido llevar siempre un libro conmigo para aprovechar las esperas. Lo hacen por mi bien. Hay que aprender a adaptarse a sus costumbres ancestrales y distinguir entre la saa diel maguena y la diel magarba. ¡No puedes vivir en Marruecos esperando que la gente llegue a la hora a la que habéis quedado! ¡Que disparate! ¿Tendrían que molestarme los setenta minutos que me regaló Ayoub el pasado domingo esperándole en una terraza? En absoluto. —¿Qué te ha ocurrido? —Uelu.— Dime tú qué curso de idiomas te va a prevenir de su santa harira de no molestarse ni en inventar una excusa. Bien es cierto que lo habitual es que se justifiquen con una historia rocambolesca que en absoluto explica su retraso, pero oiga, tiene mérito su monólogo improvisado, sin guion y de vanguardia. En conclusión, un simple café me ha permitido leer a Chraibi, poner a prueba mi paciencia y asistir a una representación teatral en exclusiva. ¿Cuánto costaría algo así en un país civilizado?
Redoble de tambores para el más difícil todavía del rendez-vous: el cambio horario. Aún no entiendo cómo no se despliega algún plan especial a nivel nacional que ayude a la sociedad civil a sobreponerse sin lesiones a semejante transformación extrema en sus vidas. Claro de centenares de uniformados pendientes del facebook tampoco han servido para mejorar la seguridad vial del país. Tanto si a las tres son las dos como si es al revés, he determinado limpiar mi agenda de citas durante las dos semanas posteriores. Es mejor ser precavido. No es solo que quizás tenga que esperar dos horas al marroquí de turno, es que quizás tenga que hacerlo en la calle porque el café está cerrado. El camarero aún está en casa aclarándose entre la saa qadima y la yedida. Los hay que no se molestan en actualizar el reloj cuando toca y me imagino lo raro que debe de ser vivir seis meses al año a deshora. Me consuela pensar que, al menos, al final de marzo las manecillas volverán a marcar correctamente con el siguiente cambio. Craso error, cuando lo encuentro en primavera, de nuevo tiene el reloj con la hora vieja. Ahora sin manos.. ¡Tachán! Otro espectáculo de prestidigitación gratuito. No tengo motivos para quejarme
Nada enriquece más que vivir otra cultura. Te envidio, estimado Alberto. Siempre he agradecido a mis padres que viviéramos en tantos puntos distintos de España, porque eso te abre la mente, pero vivir profundamente otra cultura es sumergirte en otro mundo. Leerte es un placer.
Un cordial saludo.
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No me sorprende descubrir que has vivido en distintos sitios. Eres una persona muy curiosa y eso me gusta mucho.
El placer es mutuo.
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Nosotros tendremos reloj , pero ellos tienen el tiempo.
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Me encanta esa frase, te la robo.
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Jajajaaaa. Tan bueno como cierto el relato…en marruecos ser puntual es la excepción que confirma regla,doy fe..
La prisa mata..y la pachorra remata..un saludo
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¡Gracias por pasarte por aquí a confirmar lo que intuíamos!
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Tú esperando cuarenta minutos.jaja. .Ahora entiendo tu reproche. »Que no eran cinco minutos marroquis»
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No recuerdo haberte hecho ese reproche, pero desde luego aquí es una pregunta que hago a menudo. Se la escuché por primera vez a un policía que me lo preguntó porque dejé el coche mal aparcado y pretendía volver en un minutito.
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Divertidísimo el relato. Me encanta la ironía que pones en algunas frases. Qué bien la dominas. Un relato muy fresco. Ahh….y me encanta la foto en la que esperas. Enhorabuena!
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En ningún momento he hablado con ironía. No sé a qué te refieres, Natalia.
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!Qué “felicianos”!!
Éstos sí que saben…ni horarios ni fecha en el calendario..jiji
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Jajaja. Te recomiendo que pruebes a ponerlo en práctica.
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Es un placer leerte de nuevo como cada viernes,
el tema de hoy es el cita o (rendez-vous) en Marruecos, de este sujeto Hay que aprender a adaptarse a sus costumbres ,
porque los marroquíes o los arabes en en general no dan la Importancia en el timpo,es mi opinión
Los expertos han confirmado la falta de puntualidad, todo por el desequilibrio causado por la familia y la escuela, y la falta de respeto por el tiempo, y se convirtió en una cultura pública que se transmite de generación en generación.
de ejemplo: Si le pregunta a alguien sobre una fecha de la conferencia, por ejemplo, la fecha le indicará el quinto, pero puede asistir al sexto. Si tiene una cita con un programa de televisión o una serie, no se preocupe si se demora algún tiempo porque el respeto por las fechas tampoco aparece en las pantallas.
Un Relato maravilloso Alberto.
Un abrazo y excelente escrito!
bouchra.
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Bouchra, muchas gracias por pasarte por el blog y comentar.
«La falta de respeto al tiempo se convirtió en cultura popular que se transmite de generación en generación». Me encanta.
Para mí es un placer escribirlo y saber que te ha gustado.
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Y es que, claro, el tiempo no existe…
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¡Desde luego! Por eso incluí una foto del desierto, que es donde más he experimentado esa ausencia de tiempo. Un abrazo.
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Apenas llevo cuatro años viviendo aquí, no seré yo quien se precipite en una conclusión equivocada…
jajajajajajajajajaja, buenísimo tu relato. Gracias mil.
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Gracias a ti. Me alegro de que te haya gustado.
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Es un placer leerte de nuevo, me parece tremendamente curioso tu relato!! lo cierto es que no me imagino esperando 40 o 60 minutos a una persona , aunque es cierto, que me encanta la idea de poder disfrutar de esos minutos leyendo, observando todo a tu alrededor, realmente te han regalado ese tiempo! Un abrazo y excelente escrito!
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Muchas gracias por tus palabras. Yo tampoco me lo podía creer al principio… ¿Tú llevas un libro contigo por si quedas con alguien de espíritu marroquí?
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La ambigüedad en saber los años (solares) se puede deber a que el calendario musulman (lunar) no «ancla» las fechas en un momento del año solar, como nosotros. En realidad su calendario agrupa lunas, y 12 lunas son un año lunar, 11-12 días más corto que el nuestro. Habría que preguntarles cuantas lunas tienes, y Alberto, a que tú no sabes las lunas que tienes
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Gracias Javier por compartir con nosotros tu punto de vista, habitualmente único. Ahora estoy sin desayunar y no puedo responderte, pero en cuanto tome algo voy a calcular cuántas lunas tengo. Un abrazo.
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