La acera de Faris

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Macdo

Apenas he memorizado cómo se llaman un puñado de avenidas de Kenitra. Supongo que tiene su explicación: al indicar una dirección, nadie dice su nombre, sino que mencionan algún café que se encuentre en una esquina cercana. Al cruce principal de las avenidas Mohamed V y Mohamed Diouri le siguen llamando Macdo, por un restaurante de comida rápida que se mudó hace tiempo a las afueras y, recientemente, he descubierto que otros le dicen nafora, por la fuente que preside una minúscula zona peatonal, o incluso maguena, por un antiguo reloj que había allí mismo. Supongo que esta creatividad con la nomenclatura (la avenida de la estación, la rotonda del Relax) me ha animado a bautizar cada rincón a mi gusto. Y de entre todos los nombres que me he inventado, destaca uno de ellos: Trotuar Faris.

Faris conoce bien los límites por donde puede corretear: entre la gasolinera Total y el ruidoso café Tarik y he decidido que ese pedazo de acera transitadísimo por los que se acercan al centro lleve su nombre. A primera vista, Faris no se distingue de ningún otro niño sucio que, en vez de acudir a la escuela, se dedica a vender pañuelos de papel a los viandantes. Mis ojos se han acostumbrado a estos pequeños, e incluso he dejado de conmoverme. Nunca doy limosna a los niños, me hace sentir que de esa forma los animaría a no aprender jamás a leer. El caso es que no había reparado en este niño asalvajado que se escurría con agilidad entre chilabas y caftanes, siempre con el brazo en alto ofreciendo su delgada mano. Una noche comprendí que él en cambio sí me recordaba. Caminaba de regreso a casa con la música de Salif Keita acunándome en los oídos y debió de descubrirme en la lejanía, porque se echó a correr como alma que llevaba el diablo. Esquivó a los viandantes y cuando me tuvo a tiro, saltó a mis brazos de un brinco con tal fuerza que temí que se cayera de bruces. Me plantó un beso en la mejilla en cuanto se lo pedí y, de inmediato, avisó de mi llegada a su madre al grito de: gauri! Había oído que con esa palabra se llamaba de manera despectiva a los extranjeros, pero al verle sonreír, me pareció imposible que eso pudiera ser cierto.

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Trotuar Faris, pompa Total

Su madre estaba sentada sobre un cartón en el suelo con un bebé en brazos. Con ella sí que recordaba haber hablado. Le deslicé un billete dobladito después de curiosear en su vida: trabajo, casa, familia. Aquellas respuestas me vienen a la mente cada vez que la encuentro, sentada siempre en el mismo rincón del Trotuar Faris. Quizás su hijo piense que solo les daré una moneda si cumple a rajatabla el ritual: la carrera descontrolada, el salto salvaje y el beso en la mejilla antes de avisar a su madre a voces, que a menudo le pide que deje de incordiarme. Parece no creerme cuando le digo que no me molesta en absoluto. Un día le pregunté al pequeño si sabía mi nombre y, sin atisbo de indecisión, me respondió que me llamaba gauri. Como tú quieras, Faris. A veces cuando me alejo, me giro para observarlo bien, como si necesitara los detalles para algún relato. Una de esas noches de verano, lo pillé saltando a la pata coja él solito. Se tropezó y, con las rodillas en el suelo, se puso a mirar el cielo sin pestañear, supongo que embelesado por la luna. Lo imité intentando desvelar el secreto que me parecía que Faris atesoraba.

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Trotuar Faris, venta de cacahuetes

En ese momento no encontré nada de particular, pero aquella imagen se me quedó en la memoria y en alguna ocasión me ha asaltado mientras escribía. Sus gestos y sus ocurrencias me resultan tan auténticos que no he podido evitar regalárselos a distintos personajes. Si algún día llegas a leer el Meshi shughlek, quizás descubras a qué me refiero. Incluso, si consigo completar la historia del viaje de Francesca, puede que repares en un niño que se echa a correr eufórico y que mira hacia el cielo con esperanza y confieso que la fuente de inspiración es este pequeño que sale a mi encuentro gritando cada vez que me ve. Si lo conocieras en persona, quizás podrías explicarme por qué su forma de comportarse me resulta tan fascinante y puede que tú también acabes llamando trotuar Faris a ese pedazo de acera que va desde la gasolinera Total hasta el café Tarik.

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Trotuar Faris, Café Faris

9 respuestas a “La acera de Faris

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  1. Gauri, como t llama, luego deriba en guiri, q si lo usamos los españoles para los extranjeros. Creo q viene del bereber y no del arabe, no estoy seguro, no se si ya lo sabias, era por aportar el dato ejej

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    1. La verdad es que he oído distintas versiones de dónde viene la palabra gauri y nunca me ha quedado claro si realmente está relacionado con la palabra guiri. Muchas gracias en cualquier caso.

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    1. El mismo viernes me dio un susto cuando me encontró por la calle. Luego me dio lo manita y los acompañé hasta una mezquita cercana. Me agarraba con fuerza, como si me fuera a escapar.

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  2. Hola Alberto

    Me ha llamado la atención el parecido entre guari y guiri. Puede que no tengan ninguna relación. Pero puestos a imaginar, bien podría llamarse guari o guiri a una zona transitada especialmente por turistas.

    Un abrazo

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    1. Yo también lo he pensado muchas veces, pero me temo que no tienen ninguna relación. A pesar de lo mucho que se parecen esas dos palabras.
      Gracias por tu comentario.

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