El entusiasmo de la feria

Lo que de verdad le molesta a Hatim, el veterano del grupo, no es tener que desplazarse apretujado en el vehículo policial junto a una docena de compañeros. Tampoco le impresiona velar por la seguridad general durante la inauguración de la primera Feria de Empleo de Kenitra. A pesar del evidente interés que ha despertado en los habitantes de la región, a Hatim le parece más bien un acto como cualquier otro, al que asisten las autoridades locales para ser aplaudidas por un puñado de aduladores que sin duda esperan sacar algo a cambio de su fingido entusiasmo. La muchedumbre se impacienta, muchos han madrugado con la esperanza de conseguir hoy mismo un buen trabajo y no entienden por qué, antes de entrar al recinto, tienen que hacer cola durante horas mientras escuchan unos discursos interminables. Algunos agentes se preocupan por los empujones cada vez más violentos entre los inquietos visitantes, pero a Hatim le traen sin cuidado. Ni los gritos, ni los codazos, ni las peleas, ni el creciente barullo, ni el porcentaje de desempleo, ni las injusticias sociales, ni el futuro de esos cientos de jóvenes; lo que de verdad le molesta a Hatim es que, después de meses de sequía, llueva precisamente el día de la inauguración.

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Agudeza visual

Lo que le quita el sueño a Saad no es la certeza de que ha cogido frío durante las horas de espera delante de la carpa. Un resfriado pasa rápido, se dice, y lo que cuenta es lograr el objetivo. Ni siquiera le incomoda haberle robado unas monedas a su madre para imprimir los documentos a color. El fin justifica los medios, se ha repetido para sus adentros. Apenas lamenta que ese esfuerzo por diferenciarse del resto no haya surtido efecto, ya que ha descubierto a muchos otros que han hecho exactamente lo mismo. Y ni siquiera ha protestado cuando, justo antes de depositarlo en la empresa donde más le interesaba dejar una buena imagen, un goterón ha acertado en la fotografía de su última copia. Así es la vida. Y ha intentado compensarlo con una deslumbrante sonrisa al entregarlo. Ni el frío, ni la lluvia, ni las goteras, ni la mala suerte; lo que de verdad le quita el sueño a Saad es que, al darse la vuelta, ha descubierto una pila de currículums que llegaba hasta la rodilla de aquella empleada de recursos humanos.

Lo que le saca de sus casillas a Sara no es tener que repetir lo mismo una y otra vez. ¿Busca prácticas o un trabajo? Aclara sin parar preguntas similares y ha aprendido a dar la misma respuesta como si fuera la primera vez, como si no la hubiese dicho docenas de veces durante las últimas horas. ¿Stage ou emploi? Ya ha asumido que nadie lee los carteles explicativos que hay a su lado, todos prefieren hablar con ella, aunque les dé exactamente la misma información. Han venido de lejos, se dice, lo mínimo que debo hacer es hablar con ellos. ¿En que departamento busca trabajo? La mañana transcurre con lentitud y el barullo en torno a aquella arquitectura efímera no desciende, pero Sara continúa estoicamente de pie. Sonrisa, saludo, pregunta, respuesta. Y gracias por venir. Su compañera lleva un rato protestando porque no tienen apenas tiempo ni para ir al baño. En cambio, Sara ha decidido callarse su opinión. No se queja de la falta de profesionalización de los asistentes, ni de que casi nadie sepa lo que realmente anda buscando, ni de tener que explicar cosas que todos deberían saber ya, ni de que tardarán semanas en revisar esa torre de papeles que acabará la semana siendo más alta que ella misma. Pero al terminar la jornada, no consigue esconder que lo que le saca de sus casillas es que, durante el descanso, las haya sustituido un enmudecido hombre de seguridad sin formación.

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La feria de cada uno

Darius escanea el recinto con la mirada desde un rincón para asegurarse de que ya ha hablado con todas las empresas presentes en la Feria de Empleo. Por la mañana ha cogido el tren en Sale, pero en realidad viene de mucho más lejos. Ha saltado de país en país huyendo de la pobreza y de la guerra. Sabe que su formación en sanidad y su pasaporte centroafricano le limitan las opciones, pero ahora que escucha el alegre de la multitud, sonríe entusiasmado. Lo que le maravilla a Darius es ver cómo todos siguen luchando a pesar de las pocas posibilidades de éxito.

Este artículo ha estado sin duda influenciado por el espectáculo «Parfois ils crient contre le vent» que la Compagnie Cabas realizó en el Cirque Shems’y.

7 respuestas a “El entusiasmo de la feria

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  1. Gracias por compartir la experiencia Alberto, me encanta el realismo, casi puedo sentirme allí.
    Me alegro que después de tantas quejas encontremos a alguien entusiasmado, para mí, es es la única actitud de éxito.
    Gracias Alberto.

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  2. Hola Alberto

    Tanto en España como en África, los empleos tienden a disminuir en porcentaje. Las grandes corporaciones tienen ya más rentabilidad con servicios financieros que con industriales o alimentarios.

    Así que el entusiasmo no sirve de nada en esta guerra desigual.

    Un abrazo

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