Los marroquíes que nos increpan por la calle

Por fin ha terminado la primera semana con las clases presenciales canceladas y estoy molido por el esfuerzo de levantar un sistema alternativo por internet. No me quejo, peor sería quedarse sin trabajo. El cansancio me empuja a holgazanear durante un buen rato en la cama. Jugueteo con el teléfono, pero enseguida me canso de políticos y periodistas que no fueron a clase el día que enseñaron las gráficas exponenciales. Si no fuera una tragedia, me troncharía con sus análisis de curvas que se aplanan, pero hay una noticia capaz de apagar cualquier risa al acecho, lista para amargarme la mañana. Su encabezado anuncia lo que se avecina: Miedo a la pandemia.

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Sistema alternativo

El artículo recoge testimonios de profesores españoles que trabajan en Marruecos. Los pobres parecen “desesperados” por la incertidumbre y preferirían encontrarse en su país de origen si llegan a ser hospitalizados. Hablan de la necesidad de escapar para no “exponerse a tanto peligro”. Pero lo peor está por llegar. Uno de los maestros suelta la bomba: “La gente por la calle nos increpa y nos dice que hemos traído el virus”. Me sienta como un jarro de agua fría y lamento vivir sin enterarme de lo que ocurre a mi alrededor. Ya es hora de despertarse. Este sueño marroquí no podía durar para siempre. Me pregunto cuánto tardará en alcanzarme la ola de rechazo. ¿Se acabó la época de gritar a los cuatro vientos que me encuentro mertah?

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¿Rechazo?

¿Y no me estarán ya rechazando mis vecinos, por europeo, y sigo sin detectarlo? Intento hacer memoria intuyendo que, si rebusco bien, atisbaré desprecio en sus ojos. Las clases se suspendieron el lunes, ese día fui a Rabat para recoger los libros. Me preocupó que en el tren fuera imposible mantener la distancia, pero no me fijé en las miradas de los viajeros, sino en las mascarillas y guantes que llevaban algunos. Con quien más traté fue con Mohamed, un compañero de la escuela que me aclara asuntos que se me escapan, como aquella insólita invasión de minibuses. El mismo lunes, ya que carecía de una zona de trabajo en casa, me ayudó a llevar una mesa hasta la estación. Aunque tuvimos que devolverla a su sitio porque el guardia nos echó el alto con cara de adónde vais con eso. ¿Acaso me prohibió acceder al andén con el mamotreto por culpa de mi aspecto occidental? Si fue así, no me di cuenta, en ese momento solo pude pensar que era una suerte que Mohamed me ayudara a cargar el mueble como si fuéramos un par de mulas. Claro que le he echado una mano cuando lo ha necesitado. Los cafés, los paga unas veces él y otras yo.

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¿Desprecio?

Precisamente esa mañana de mudanzas rabatíes se anunció el cierre de mezquitas, hammames y cafeterías. Y eso me incitó a probar suerte con Nasardin. Me acerqué al café que regenta, el Classico (con dos eses…, no debe de conocer a Carolina), para pedirle una mesa prestada y así utilizarla durante la cuarentena. Pensé que me la dejaría gratis, pero me ofreció alquilármela. No seré yo el que critique su gesto, bastante tiene con pagar la mensualidad del local a pesar de tenerlo cerrado. Es más, no tenía por qué acceder a mi petición y me ha salvado del apuro. Y desde luego no recuerdo que me mirara mal.

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¿Racismo?

¿Será posible que no encuentre desprecio alguno? Seguiré rebuscando. Muhsin vino por la noche a casa e improvisó un tayín delicioso. Mientras organizaba la estantería, me pidió un libro de poemas que descubrió en la alfombra. Temí perderlo y le dejé otro a cambio. Ahora me arrepiento. ¡Como si leyera poesía a menudo…! Se lo regalaré en cuanto nos veamos. Pero no me reprendió cuando le dije que no. Claro que Muhsin es un buen amigo. Tampoco noté rechazo del vecino que vino a traerme el papelito firmado por el almucadén para poder salir a comprar. Ni Omar, el padre de unos alumnos, me miró mal cuando nos encontramos por casualidad en la panadería, sino que me regaló unas mascarillas de su farmacia. Y los tenderos me saludan con la alegría que siempre reina en nuestra zanqa Zemzem. Y los estudiantes me preguntan a diario cómo se encuentra mi familia. Y los conocidos me telefonean para asegurarse de que estoy bien. Así que, perdone que la corrija, Olga R. Sanmartín, pero no encuentro por ningún sitio esos marroquíes que nos increpan por la calle de los que usted habla.

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«Nadie pudo, ni puede, ni podrá por los siglos de los siglos arrebatarme tanta felicidad»

22 respuestas a “Los marroquíes que nos increpan por la calle

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  1. Siempre he pensado y sigo pensando que cuando un extranjero se queja del rechazo hacia él por parte de los marroquíes es porque en el fondo lo siente él mismo, me explico, se rechaza a sí mismo, por falta de socialización, por prejuicios no superados o por esperar algo de los demás que esté fuera del alcance de esos « demás ». Es difícil sentirse rechazado en Marruecos, por no decir imposible. Mi generación y las anteriores a la mía nacimos y nos criamos mamando mas de una cultura, y las generaciones de ahora creo que ni se plantean el tema, han nacido en mundo abierto virtualmente a la espera de que algún día se abra físicamente. Gracias por tu tetimonio.

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    1. Me interesa mucho tu reflexión, nunca me lo había planteado así, pero creo que tienes razón. Intento pensar en esas personas que no se sienten acogidas por Marruecos y efectivamente creo que más bien hablan de su propia actitud y de su falta de interés por integrarse. Muchas gracias por tu comentario.

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  2. Buenos dias, acabo de leer el titular, y alucino….llevo visitando y viviendo en Marruecos mas de 30 años, he viajado por todo el Pais, y jamas me he sentido criticado, menospreciado y rechazado por ser de otro lugar, y os aseguro que no tengo rasgos fisicos de esta zona.Todo lo contrario a lo que manifiestan en el referido texto, la amabilidad y cortesia son virtudes que imperan hacia los visitantes.

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  3. Felicitaciones una vez más. Alto y claro. En mi físico, rubio, ojos claros y sevillano, se fijan en los más de 20 años que han pasado desde que me enamoré de esa tierra. Créeme admirado Alberto, que no paso de soslayo o de turista. Me meto hasta en los charcos, visito mezquitas y paseo por zocos, Qaeserias, marchés, parques y «al aerobia» , jamás en ocasión alguna he sido increpado, sino todo lo contrario de forma pertinaz, y fuera el lugar que fuera, amabilidad, cordialidad y hospitalidad. Un abrazo y gracias por tu articulo.

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    1. Querido Juan,
      muchas gracias por compartir tu testimonio. Me alegro de que tu experiencia en Marruecos haya sido en general positiva y que hayas podido disfrutar de sus zocos y de sus gentes. Gracias por la visita y por tus palabras.

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  4. Alguien dijo que la intolerancia se corrige viajando, conociendo otras culturas. Esta realidad que vives me produce una sana envidia. Disfruta de todo lo que te rodea, estimado Alberto, que por cierto al leerte creo que haces muy bien. Un abrazo!

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      1. Ojalá, Barcelona me encanta y en general toda Cataluña, pero ahora vivo en Murcia; tierra morisca donde la cultura árabe pervive hasta en la gastronomía.Si me avisas con tiempo y puedo igual me voy a Barcelona donde tengo mucha familia y buenos amigos. Recuerdo de Ceuta el té con hierbabuena… buenísimo. Un abrazo.

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        1. La verdad es que no voy mucho por allí, pero creo recordar que leí algun artículo tuyo de una exposición allí. Aunque quizás me equivoco, porque en mi cabeza se me mezclan los avatares. Murcia me queda un poco a desmano, pero quizás precisamente por eso…

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  5. Hola Alberto

    Es insoportable lo que está haciendo cierta prensa española. Pensaba poner tu relato como comentario en el tuit que has facilitado. Pero he pensado que me merece más la pena buscar alternativas cuando acabe el confinamiento que perder el tiempo con este tipo de miserables.

    Un abrazo

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  6. Vi el vídeo de la maestra “YouTuber” y, sinceramente, creo que, en su deseo de volver a España, ya no sabía qué inventarse y soltó esa bomba. Es posible que ella hubiera podido sufrir un episodio desagradable, pero supongo que sería algo puntual (locos y exagerados los hay en todas partes).
    Pero pienso que no ha hecho bien en generalizar, pues algunos medios eurocéntricos,islamófobos, anti africanos , etc . pueden reproducir esas declaraciones para hacer creer que a los españoles en Marruecos se nos maltrata. Nada más lejos de la realidad que viví durante los cuatro años que trabajé como profesora en colegios españoles.

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    1. Personalmente creo que seguramente es cierto que puntualmente algunas personas se han podido sentir rechazadas y así lo pueden expresar libremente. Además todos tenemos nuestros miedos.
      Lo que me resulta menos comprensible es la falta de calidad periodística para confrontar si ese sentimiento es puntual o está generalizado. He escrito este artículo precisamente para contrastar.

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  7. Pues haces muy bien en reprender a mi tocaya, claro que sí! Jeje. De hecho cuando acabe todo esto, como salga plaza en la embajada de Rabat, igual la pido. Si me recomiendas la ciudad, claro… pero por esta lectura yo diría que sí! Aunque igual sale plaza en algún consulado, uhmmm… Larache, Agadir, Nador, Casablanca. Tetuan o Tanger. En fin, que cada día me das más envidia. Voy a practicar francés por si acaso!! Muchos besos.

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    1. Practica el francés y comienza con el dariya, que es lo que te va a acercar a la gente. Espero que muy pronto nos juntemos al abrigo de una cervecita y pueda comentarte los pros y los contras de Rabat.

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    1. No creo que se trate de una competición entre países para ver quien gestiona mejor, pero desde luego la sensatez en este caso esta muy claro donde se está poniendo en práctica.

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