Los de Rabat, con tantos espacios culturales y restaurantes de lujo, tachan de pueblerinos a los de Kenitra, a pesar de su medio millón de habitantes. Los que viven en Kenitra se contentan con mirar por encima del hombro a sus vecinos, con ese acentazo rural, de Sidi Yhia El Gharb. Y los de allí siempre se han burlado de los que malviven en casuchas recubiertas de hojalata en el Duwar Shanti.
Descubrí a Mourad Fedouache en una exposición colectiva. He visto tus fotos del Duwar Shanti y me han gustado. Bravo alik, Morad! Shukran sadiqi, marhaba. Conocerle en persona me hace querer visitar ese barrio que retrata. Llego allí en taxi compartido y me encamino hacia la localización que me envió anoche. El aspecto de la calle va cambiando a cada paso, el asfalto desaparece bajo polvo y escombros y los vehículos se vuelven carros tirados por caballos.

Antes de llegar me asalta un chaval saludándome por mi nombre. Mourad le ha enviado a buscar a un señor con pinta de extranjero. Ya en casa me abraza como si fuéramos amigos de toda la vida. Al presentarme a su familia tan solo puedo fijarme en su anciano padre, envuelto en una elegante chilaba blanca. Una hermana está preparando el pan y Mourad le pide que se asome por el ventanuco de la cocina para fotografiar sus manos llenas de masa. Siempre está con la cámara lista y la usa sin descanso. Me pregunto cuándo revisará tantas fotos.
Me lleva a la azotea, mientras me habla sin parar, pero me cuesta seguirle el hilo, distraído por el entorno: los niños que juguetean en la calle, una balsa cercana que me resulta familiar y la propia estructura de las casas. El nueve se inaugura mi exposición. ¡Tienes que estar allí!, me dice casi amenazándome. A veces interrumpe la charla porque le ha llamado la atención una brizna de sol que se cuela por una techumbre y coloca debajo a su hermano Abdelatif para tirarle una foto. Además, al hablar, va saltando de un tema a otro, cuando no se pone a desfilar como si estuviera en un desfile militar. ¿Damos un paseo?

Tan pronto como ponemos un pie en la calle me siento atraído por infinidad de pequeños acontecimientos, a menudo protagonizados por niños que en cuanto nos ven, le piden que les dispare. Sauarni, Mourad, sauarni! Caminamos sin rumbo fijo y a nuestro paso nos van asaltando modelos improvisados a los que da indicaciones antes de fotografiarlos.
La conversación avanza a trompicones entre foto y foto: comencé a hacerlas mientras vendía calabazas en el zoco, usaba un móvil con la cámara trasera estropeada, así que hacía a tientas selfis a los clientes, luego compré una cámara de segunda mano en una yotia, un día, me topé con un hashtag, #StreetPhotography, eso mismo hago yo, me dije. ¿Soy un artista? Me encantó la idea.

Mientras paseamos Mourad me enseña a mirar su barriada: una explosión de colores para ocultar la precariedad que se vislumbra tras la numerosa ropa tendida. Cada día doy vueltas por el aduar para fotografiarlo. Pienso: Es fotógrafo cada día. Mira, lbia, se vende, aquí y allá, se vende. Parece que todo el mundo pretende salir huyendo, pero Mourad se empeña en mostrar las caras alegres de los chavales. Comencé en la calle, pero ahora prefiero la luz interior de las casas. Comparte confiado sus sueños conmigo y me regala una confesión al despedirnos: Solo en el Duwar Shanti soy yo mismo.
Semanas después deambulo de nuevo por las calles del Duwar Shanti, pretendo recorrerlas en solitario para descubrir su esencia, pero ya no me es posible. ¿De visita a Fedouache? Los vecinos me reconocen. ¿Dónde anda Mourad? Es como si estuvieras a mi lado. Quería observar estas calles con mis propios ojos, pero ya no me es posible. Aunque lo intente, ya no encuentro socavones y miseria, sino a un niño que pisotea sonriente los charcos, a una hija que abraza con ternura a su padre y a un chaval que juega al billar mientras el mundo se derrumba. Cuando intento observar con mis antiguos ojos el Duwar Shanti, ya solo lo veo a través del amor con el que tú lo miras.
Los de Sidi Yhia El Gharb, que presumen de carretera nacional, se burlan de las gentes del Duwar Shanti, sin embargo, las familias que viven allí están orgullosas de su aduar y se preguntan qué le verá la gente a Nueva York.

Me gustó mucho. Nuevamente me llevaste de paseo y con ganas de volver. Monikags
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Vuelve siempre que quieras.
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Alberto, ya veo que vas valorando el contenido y no el continente, como persona sensible que eres.
A lo largo de la historia, hay mucha gente destacable así….
Un abrazo.
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Bueno, también tú me miras con esos ojos tuyos… Gracias por tu apoyo. Un abrazo
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