La acera de Faris

"...Esquivó a los viandantes y cuando me tuvo a tiro, saltó a mis brazos de un brinco con tal fuerza que temí que se cayera de bruces. Me plantó un beso en la mejilla en cuanto se lo pedí y, de inmediato, avisó de mi llegada a su madre al grito de: gauri!..."

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