Pantalla, Isla y Artesano

Antiguamente el yin más querido que habitaba estas tierras era Artesano gracias al profundo amor que le teníamos por tanto como nos había enseñado. Artesano tenía siete brazos de siete materiales diferentes: uno de cuero, otro de adobe, el tercero de tela, un cuarto cerámico, el quinto a base de metales preciosos, el sexto de papel y un último de carne y hueso con el que nos mostraba cómo trabajar las distintas materias primas. Cada día practicaba con un brazo mientras los jóvenes lo observábamos para aprender el oficio y al final de la semana descansaba y veía cómo los artesanos de la medina trabajábamos entre charlas a la manera de nuestros abuelos.

Aprendices

Un buen día paseaba distraído un joven hasta que se encontró con un yin recién nacido llamado Pantalla, que le enseñó a fabricar un hermoso muro digital de zelich. El muchacho se maravilló de su propia creación y decidió llevar allí a sus amigos. A la mañana siguiente ya eran tres los que realizaban creaciones digitales con Pantalla como tutor. Día a día crecían los fieles de este nuevo yin que disfrutaba del interés de sus aprendices. Los jóvenes al principio comentaban cómplices sobre sus obras, pero al poco cada uno se sentó solitario bajo unas minúsculas jaimas con la mirada hipnotizada en su pantalla.

En la medina Artesano se preguntaba por qué cada vez tenía menos jóvenes escuchando sus lecciones hasta que un día resultó que no vino ninguno, así que se retiró a su pequeño jardín y puso a descansar sus enormes y pesados brazos.

Los jóvenes distraídos con sus pantallas no se dieron cuenta de que con su silencio se habían olvidado de dar la voz de alarma por la llegada de un yin de forma arácnida llamado Isla y que había ido atrapándolos con unos pegajosos hilos negros.

Los años pasaban. Pantalla mostraba a los jóvenes nuevas funciones de sus pantallas para renovar su interés, Isla tejía alrededor de los muchachos y Artesano veía cómo la hiedra creía sobre sus siete reposados brazos. Se preguntaba si debía levantarlos para evitar que quedaran enterrados, pero ¿para enseñar a quién? Si todos los jóvenes prefieren estar con Pantalla.

Enterrado

Un día como cualquier otro, aquel joven que había descubierto a Pantalla recibió la visita de una abeja atraída quizás por la luz de la pantalla. Quiso apartarla de un manotazo, pero entonces se dio cuenta de que no podía mover los brazos ya que estaban bien sujetos por innumerables hilos que Isla había formado mientras estaba absorto en las aplicaciones que Pantalla le iba instalando. Intentó desenredarse con todas sus fuerzas, pero cuanto más se esforzaba más se enredaba. Luchó durante horas hasta que se rindió y cayó dormido.

Al día siguiente le despertó una voz familiar. Pasaba por aquel enjambre de jaimas ese trotamundos que se dedicaba a contar historias y que vivía ajeno al poderío de Pantalla. Al escucharlo, el joven intentó pedirle auxilio, pero tras tantos meses de silencio había perdido la capacidad de hablar, así que se limitó a escucharlo. El trotamundos relataba la historia de un hombre cuya madre había muerto cuando él apenas tenía catorce días de vida. Aquel pobre vagaba por el mundo lamentando no haberla conocido y no tener ni siquiera una foto de su madre para poder consolarse mirándola.

Nuestro joven, conmovido por la desgracia de aquel hombre sin recuerdos maternos, pensó en su propia familia y, al darse cuenta de cuánto la echaba de menos, se puso a llorar desconsoladamente. Para su propia sorpresa, la sal de sus lágrimas comenzó a hacer efecto sobre los hilos que lo aislaban, que comenzaron a deshacerse hasta que quedó libre.

Liberado

Al instante el joven comprendió eufórico que acababa de salir de una prisión y se juró que nunca más volvería a tocar una pantalla, ya que por su culpa se había visto arrastrado hasta aquella lamentable situación. Caminó por las callejuelas de la medina buscando a Artesano dispuesto a retomar de inmediato el aprendizaje manual.

Cuando finalmente entró en el jardín de su retiro, encontró a Artesano acompañado. Pantalla le estaba instalando un nuevo brazo, uno robótico, mientras los dos yenun se elogiaban mutuamente. ¡Ay Pantalla, anoche me emocionaste con el mapping que proyectaste en las montañas! ¡Pero si tú has sido siempre una gran inspiración, maestro Artesano! Y al terminar se marcharon abrazados para ver salir la luna llena ante la mirada atenta de aquel joven que tomaba nota de aquella nueva lección.

Pantalla y Artesano viendo la luna

Esta historia ha sido escrita tras el fin de semana de exhibición de la última residencia artística del Djebli Club. Aunque no se mencionen explícitamente sus nombres en el texto, la obra de sus siete integrantes (Hamid, Khalid, Salma, Manale, Mourad, Wafaa y Jad) ha servido de inspiración para este relato

Residencia artística en el Djebli Club (Agosto 2023)

4 comentarios sobre “Pantalla, Isla y Artesano

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  1. Me ha parecido muy interesante esta historia. Siempre pienso en que vamos a perder lo mejor de los oficios.
    Hacia mucho que no te leía. Espero estés bien y soportes estos calores.
    Un abrazo. Mauri

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