
Llámame asesino que no me ofendo, pues nadie reposa en la almacabra por asalto de mi daga. Llámame mezquino que no me inmuto, que nunca temí ser ningún pobrecito. Llámame talibán, que buen alumno dicen que en la madrasa fui. En balde intentan irritarme tus insultos: alcahueta, zafio, mindundi. No te canses, continúa con tu atraco: mameluco, mamarracho, catetorro. No abandones la tarea: farruco, haragán, so gandul. No pones en riesgo nuestra amistad porque, como mucho, loco, titiritero o albardán soy, pero nunca zalamero, que jamás me esconde ninguna máscara. ¿Por qué estamos a batacazo limpio? Pasábamos la tarde con juegos de azar: las tabas o quizás los dados. No lo recuerdo. Tú querías jugar a los naipes y yo al ajedrez. Ya despierta mi memoria, ¡Ángela María!, entonces te irritaste porque árabe te llamé. Enfurecido como un tifón, pretendiste encerrarme en una mazmorra, atarme con argollas y darme mil y un azotes. Ansiabas hacerme rehén entre tabiques de adobe como si traficara con hachís u otras drogas. Veré si consigo esquivar a tu alcaide.

Déjame invitarte a mi casa, que asoma junto a una alcazaba en un barrio de adoquines no lejos de la medina. Golpea fuerte la aldaba que voy llenando el candil de aceite. Siéntate en el sofá, pisa tranquilo la alfombra. Desde la azotea se oye la algarabía del zoco: una jauría de voces que ofrecen acelgas, espinacas y alcachofas. No creas que comeremos alfalfa. Aceitunas primero mientras llegan las alubias con fideos y una taza de gazpacho. Alcuzcuz mejor los viernes, después de la llamada del almuédano desde la mezquita. Coloquemos sobre el ataifor estas albóndigas con zanahorias y alcaparras, el arroz con jabalí y las berenjenas con cúrcuma. Hay azafrán, si prefieres. Prueba el atún en escabeche con semillas de ajonjolí. Llenemos y vaciemos las jarras, aunque tengamos que dormir la mona. Repletos están los almacenes de quintales de vino en garrafas. Escondo en la alacena unos hojaldres, almíbar puro, y alfajores que no son baladí. Pruébalos, como si fueras albarráneo que toma azúcar por vez primera, que yo te iré a la zaga.
Tienes el rostro mohíno. ¿Vuelven las jaquecas y los achaques en la nuca? Tristeza dices, ¿no será algorba lo tuyo? Empaparé algodón en alcohol y buscaré un jarabe para calmarte. Mejor prepararé un mejunje que alivia el dolor a base de albahaca, comino, bellotas, altramuces y talco. Es una antigua receta de un alfaquí que vivió siglos atrás. Quiso enriquecerse con alquimia y se pasaba los días entre cifras y algoritmos, maestro del álgebra lo llamaban. De su alambique no salió la fórmula para obtener oro de preciosos quilates sino este elixir milagroso que cabalgó por el almanaque como un jinete de atalaya en atalaya, pasando de alguaciles a alcaldes y después a almirantes, que vendieron su secreto sin pagar aranceles en la aduana a la alta alcurnia de los alcázares: sultanes, jeques y califas. Ojalá te repongas. No lo digo con afán de hacer alardes de ninguna hazaña, sino como un albañil que sonríe ante los azulejos espléndidos. Paseemos por mi almunia, que quiero mostrarte las jaras y los arrayanes. Mi abuelo, llegado del arrabal de una aldea cercana a la albufera, construyó esta alberca. Las acequias de mi padre, a base de norias y azudes, llevan el agua hasta el huerto. Así tenemos limones y naranjas cuando no sandías y albaricoques. El azarbe lo preparé yo aprovechando la sobrante y así engordan las mazorcas. Quisiera hacerme también un aljibe.

A trancas y barrancas recuperas el color y tornas del añil al carmesí. Descansemos, amigo, bajo el tamarindo y cuéntame lo de mañana. Nerviosa tendrás a tu alaroza esperando la noche de bodas con el ajuar lleno de alhajas y las vecinas tiñéndole pies y manos con alheña. Y nada de faldas alquiladas o andrajos, sino lujos que acompañen a tus ademanes de pachá. La perfumarán de jazmín y azahar para que resplandezca como un fresco nenúfar. Más bella que las adelfas o los capullos de alhelí. Si en la alcoba, apoyada en la almohada, se durmiera, pínchala con un alfiler y cólmala de arrumacos que le ayuden a intuir el calibre de tu cipote. No te ofendas, que solo llamo al alborozo. ¡Que resuenen las guitarras y los laúdes, imanes de farra y faralaes! ¡Que reine la jarana en la feria! ¡Que la algarabía oculte mis expansivas carcajadas, pues tu lengua traicionera deja escapar fácilmente al árabe que hay en ti!

Precioso texto, mas tanta negrita hace agotadora la lectura… Y hay algunos arabismos muy discutibles…
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Gracias por tus comentarios, sobre todo por los que me ayudan a repensar lo escrito.
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Me siento árabe de cuna desde las palabras de mi abuelo y me llevas de la manoa recordar ese origen tan profundo, siempre negociamos con esas palabras que son bellas. Saludo desde Cali Colombia.
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Me alegro muchísimo de que mi relato te haya hecho recordar a tu querido abuelo. ¿No me digas que se llamaba Ahmed?
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Magnífico.
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Muchísimas gracias Diana.
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Soy descendiente marroquí y vivo en Costa Rica…mi querido maghreb, kanbaghik bezzaf!
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Me alegra si Aziz que añores tu Marruecos escondido en la memoria familiar.
Un fuerte abrazo.
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Igualmente un fuerte abrazo para usted.
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Este texto es un ejercicio de virtuosismo lingüístico. Casi todos son arabismos corrientes y sonoros. Aunque se desconozca su significado exacto, tienen un innegable poder evocador. Entran ganas de utilizarlos. Saludos cordiales.
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Yo es que estoy obsesionado con los arabismos, sobre todo, con los que no lo parecen. Me divirtió muchísimo preparar este texto, copiando una idea de mi adorado Juan Goytisolo.
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me ha encantado ❤
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Muchísimas gracias Joseph, me he divertido muchísimo preparándolo.
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سلام عليك (Salam alaikum) Alberto, me Gustó mucho.
Está pendiente el té de hierbabuena… 😉
Un abrazo.
Namasté.
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Me alegro mucho de que te haya gustado y de descubrir que te estás animando a aprender árabe. Un abrazo.
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Reblogueó esto en arquitectizada.
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¡Mil gracias!
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De nada. Tu post lo merece. Me ha encantado 😍
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El legado árabe es amplio y extenso: ciencias, arquitectura, medicina, letras, lengua… Nada sería igual sin ese árabe que hay en nosotros. ❤
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Amén.
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Saludos desde muy cerca de La Almunia, de Alquézar y de Albarracín …
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Me das un poco de envidia…
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¡Qué *hazaña*, hombre!
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He buscado en el diccionario de la RAE a ver de dónde proviene la palabra hazaña… Gracias por ayudarme a descubrirlo. ¡No tenía ni idea!
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😉
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Hola Alberto
Creo que tenemos de árabes algo más que las palabras. Puede que de ahí venga esa extraña atracción por los desiertos.
Un abrazo
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Empecemos en cualquier caso por lo más obvio…
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Reblogueó esto en Boko Bokoy comentado:
Y ya inmersos en el mundo de las letras, Alberto Mrteh ha publicado un delicioso texto en el que muestra la enorme influencia del árabe en nuestro idioma.
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Es un placer saber que te ha gustado. Me he divertido mucho preparando este texto plagadito de arabismos.
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