Basado en hechos reales

Cada mes acudo a una oficina de la RAK para pagar la factura de luz y agua. Aún recuerdo la emoción de la primera vez. Me sentía como si ya viviera en Marruecos de manera oficial, como si me hubiera encontrado una carte de séjour a mi nombre. Justo en la entrada hay un vigilante que nos da un papel con un número que marca nuestro turno. Le muestro la factura que en su parte inferior indica el apellido de quien me debe atender. A pesar de saludarlo en árabe, el vigilante siempre me responde: la guichet numéro sept, monsieur. Al principio hacía como que no lo entendía para que lo dijera en árabe, pero el hombre no me comprendía, lo repetía en francés y se acababa formando un molesto tumulto de curiosos a mi alrededor, así que ese vigilante es uno de los privilegiados a los que tolero que me hablen en francés.  En el papel figura la cifra que debo esperar a que salga en una pantalla. Todo un alarde de tecnología que no consigue evitar que los más impacientes se agolpen en torno a las ventanillas y, fingiendo incomprensión, prisa o invidencia, algunos consiguen su objetivo: colarse.

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Visita mensual

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Al servicio de su clientela

Hoy el vigilante me ha entregado un papel cortado a mano con un número escrito a boli. Ante mi sorpresa, ha soltado la frase que lleva toda la mañana vociferando: La máquina no funciona. Me siento, dispuesto a leer hasta que llegue mi turno. Una mujer me pide un bolígrafo que comienza a pasar de mano en mano por toda la sala de espera. Mucho me temo que la gente ha comenzado a crear sus propios papelitos con el número más conveniente para lograr su propósito: colarse. Más tarde, me imagino escribiendo sobre lo que ahora veo y me pregunto si es lícito hablar sobre el comportamiento de los demás. ¿No fomento de este modo la estereotipación del marroquí? Teatreros, tramposos, mentirosos. ¿Estoy en mi derecho de escribir sobre asuntos que afectan a los demás? ¿Dónde está el límite moral de la autoficción?

Todas estas preguntas no las formulo yo, sino Nayim, el joven que me ha entregado el bolígrafo cuando por fin lo he recuperado. Aunque es mucho más joven que yo, comenzó a escribir antes de que yo lo hiciera. Dice no recordar ningún momento de su vida en el que no estuviera pensando en contar historias, que publicaba en el periódico de la escuela. Retengo mis ganas de confesarle mi propia transformación, hoy toca escuchar. ¿Has escrito alguna novela, Nayim? Sí, bueno, aún no la he terminado. He escrito más de la mitad, pero llevo tiempo bloqueado. ¿De qué trata? Es una historia de amor, está basada en hechos reales. Intuyo que su repentino silencio se debe a que no quiere desvelarme sus secretos más íntimos, así que como contrapartida le hablo sobre mi primera novela, Meshi shughlek, y le desvelo la clave de la historia que, como la suya, es un relato de autoficción.

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Basado en hechos reales

Cuando le hablo de mi preocupación por la reacción de los más cercanos, parece entenderme como si hablara de sus propios sentimientos y se apodera de mi discurso para hablar de sí mismo: ¿Qué va a decir mi familia? ¿Tengo derecho a desnudar la realidad de esta forma? Entonces se confiesa: es una historia de amor, pero también es una tragedia. Conozco la historia de cabo a rabo, el detalle de todos los acontecimientos, porque los vi con mis propios ojos. Aún sin saber exactamente qué le preocupa tanto, aventuro una opinión precipitada: nada hay de malo en contar tus propias vivencias. Ese es precisamente el problema, Mrteh, no se trata de mi historia de amor, sino de la de mi hermana. Entonces ahí reside el problema, Nayim. Estás bloqueado porque no te sientes cómodo desvelando sus intimidades. Nayim calla, seguramente esto mismo que le estoy diciendo es lo que ha pensado muchas veces. Sé que debería pedirle permiso para hacer lo que estoy haciendo. Bueno, quizás puedas acabar la novela asumiendo que al final contarás con su aprobación. Lo importante es que te liberes de ese nudo que te bloquea. O podrías aparcar esa historia de amor trágico y comenzar una nueva que no tenga nada que ver con la realidad, que no ofenda a nadie, que ningún conocido sienta que le estás traicionando. ¿Por qué no escribes mejor, Nayim, una novela de pura ficción? Ya lo he intentado, pero es que esta en la historia que me conmueve.

7 comentarios sobre “Basado en hechos reales

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  1. Alberto, me gusta tu reflexión, ¿Estoy en mi derecho de escribir sobre asuntos que afectan a los demás? ¿Dónde está el límite moral de la autoficción?
    También yo me hago esta pregunta y a menudo la respuesta que yo misma me doy es, si escribes desde tu sentimiento, siempre dejando claro que eso es lo que tú sientes, sin dar nombres y sin perjudicar a nadie, estás en tu derecho.
    A veces, cuando escribo sobre mi infancia pienso en si mis hermanos podrían sentirse ofendidos, la clave es que lo que yo cuento es mi percepción de los hechos, que seguro es muy diferente a la de ellos.
    Muchas gracias por compartir Alberto.
    Por cierto, ¿cada mes esperas 2 horas y media para pagar la luz? Espero que el lugar sea agradable para esa lectura.

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    1. Hola Pilar,
      me gusta mucho tu punto de vista y, a la vez, me genera un problema porque precisamente lo que me pide el cuerpo es no ser fiel a mi experiencia, sino ficcionar con ella.
      ¿Exactamente cómo has calculado las dos horas y media?

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  2. Uf.. un asunto algo complicado, cuando luchas por no escuchar esa punzada en el estómago que te inutiliza la concentración.
    Por otro lado la picaresca de los justificantes en las colas es conocida ya de antiguo.
    Por eso se inventaron las maquinitas, pero tienen que funcionar.
    Un abrazo.

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