Escrito por Fernando de Ágreda
Entro en el Metro, en la estación de Moncloa y, en poco tiempo, alcanzo la de Lavapiés directamente. Salgo a la calle, en plena plaza, cerca del Centro de Teatro y enfilo la calle Argumosa. Voy caminando, viendo con asombro cómo ha cambiado esta zona de Madrid: personas mayores, emigrantes que van a sus quehaceres, tiendas nuevas y antiguas, locutorios…Parece un escenario en el que se mueve y se mezcla lo antiguo con lo moderno sin un orden establecido.
Hay bares y terrazas, obras en la calle, como si quisieran transformarla, ensanchando la horma de las aceras y los edificios. A poco de iniciar el recorrido mis ojos se fijan en un rostro conocido, allí, sentado plácidamente en una terraza, ante un vaso cerveza está Mohamed Chukri, con su inseparable cigarrillo mirando distraídamente a la gente.

Me acerco y surge el gesto de sorpresa: me extiende su mano y yo me inclino, como si quisiera abrazarle. Me viene a la memoria nuestro primer encuentro en el Café Raccasa, en pleno Zoco Chico tangerino, donde Chukri se instalaba y escribía, como si aquel escenario fuera tan acogedor como la propia casa. Entonces tenía otra dirección: el “College Ibn Batouta”. B.P. 136, en la misma y única ciudad, (“Soy como un preso en la gran celda que es Tánger, desde 1981”) en cuya biblioteca trabajaba o enseñaba.
La primera sensación me la ofrece su acento tan especial, su fácil expresión en la misma lengua en la que nos comunicamos. Se nota que aprecia esa forma de pronunciar las palabras y hablar con la gente, es un idioma que él ha querido incorporar a su vida y a su escritura. Parece que nos conociéramos desde hace mucho tiempo.
Me imagino que el mundo se ha detenido: todo se centra en nuestro encuentro. Somos dos seres entre los que se transmite una corriente de amistad que envuelve cada gesto, cada palabra, cada silencio. La presencia de Chukri en este barrio de Lavapiés no resulta extraña, quizá solo para él, que solo amó una misma ciudad: Tánger, donde vivió desde 1951, y más que eso: el teatro de la vida en esa ciudad que hizo suya para siempre.
Por eso quisiera imaginar la presencia de Chukri entre nosotros, esta misma tarde. No sería difícil que él pudiera amar esta ciudad: Madrid, y este barrio que hoy nos parece más próximo a esa cultura, a esas maneras que nos traen su recuerdo.
Siempre añoraré las breves visitas en las que nos reunimos. Solo me queda la imagen quieta de un hombre admirable, digno, muy digno, un amigo irrepetible: “Yo estoy comprometido socialmente. Me inclino a defender a las clases marginadas, olvidadas y aplastadas. No soy Espartaco, pero creo que todas las personas tienen una dignidad que tiene que ser respetada. Aunque no hayan tenido oportunidades en la vida”, como reconoció el mismo Chukri en la entrevista que mantuvo con Javier Valenzuela, publicada en “Babelia”.



¡Leamos a Chukri!:
Algún día me gustaría publicar las cartas que me envió Chukri en su castizo español que dominaba con soltura. Será la imagen de un escritor que todavía no era “famoso” en el mundo literario.
Ahora, por ejemplo, encuentro su felicitación de Año Nuevo, en una bonita postal y dice:
Tánger, 16 de enero de 1986
Querido Fernando,
Feliz año nuevo, aunque es un poco tarde.
He pasado una larga temporada en Casablanca para publicar, durante tres meses, tres libros: “Al-jayma, colección de relatos, censurada, después de ser bien vendida,”, “Maynun al-ward”, relatos, segunda edición después de la primera edición libanesa, y “Al-suq al-dájili”, novelita que aún no se ha censurado. Espero enviarte “Al-suqal-dájili” en los próximos días, porque tengo que corregir algunas faltas.
Te doy las buenas gracias por tu buena amistad y amabilidad y por el artículo sobre Jean Genet.
Hasta pronto.
Tu amigo que siempre te aprecia.
Mohamed Choukri.

El arabista Fernando de Ágreda conoció a Chukri cuando preparaba su memoria de licenciatura en la especialidad de Árabe de la Complutense mientras realizaba una encuesta a los escritores marroquíes que se publicó en 1975 en el Instituto Hispano-Árabe de Cultura. Guarda un entrañable recuerdo de la correspondencia que mantuvo con Chukri.
Fernando, gracias por prestarme tu relato sobre Chukri para celebrar la entrada número 200 de El zoco del escriba. Tengo también que agradecer a Sergio Barce que me preste la imagen de la postal que escaneó hace 10 años. Podéis comprobaros en su blog.
Que interesante lo que nos cuenta este arabista sobre la visita de Chukri a Madrid. Ya me hubiera gustado a mí, encontrármelo. He leído a través de tus recomendaciones Alberto, varios libros de él, todos durísimos, pero con esa capacidad que tenía Chukri de contar la miseria y la dureza de su vida y la de los demás en su país. Volveré a leer alguno más que encuentre por la biblioteca.
Gracias Alberto por recordárnosle. Mauri
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Mohamed Chukri es fundamental en la literatura marroquí. Personalmente tengo ganas de leer «La seducción del mirlo blanco».
Muchas gracias por pasearte por el zoco.
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