Cuatro chicas intrépidas

¡Vamos, Dalal, que solo se vive una vez!

Entrado ya el otoño, nos sigue pareciendo verano por la falta de lluvias, aunque es evidente que el estío se marchó pues conseguimos aparcar fácilmente en el mismo Akshor. Aquí no hay rastro de las hordas de españoles que hemos visto en Shauen, que estarán de regreso del puente, y durante nuestro paseo solo nos cruzamos con marroquíes, grupos de jóvenes en su mayoría.

Al comienzo

Said y yo nos turnamos encabezando la marcha, igual que nos hemos relevado en la cocina del alojamiento. Él preparó anoche un delicioso tayín de pollo y yo he madrugado para hacer la peor tortilla de patata que estos ojos hayan visto. He tardado tanto en hacerla que y nos hemos preguntado si merecía la pena llegar al Qantra diel Rabbi.

Cruzamos el riachuelo varias veces por precarias pasarelas hasta llegar al impresionante Puente de Dios. ¡Cómo ha cambiado este sitio! Ahora hay puestos de comida por todas partes para tomar un buen guiso junto a la orilla. Como llevamos la comida a la espalda, Said decide que continuemos, aunque el agua nos cubra las rodillas al meternos en el río. Ve más despacio, sahbi, que se me van a mojar los libros de la bolsa. Said, más ágil y sin miedo a resbalarse, acaba desapareciendo tras una roca. Unos jóvenes me tienen que echar un cable para alcanzarlo.

Al llegar

Nos paramos junto a una poza fantástica formada por el caprichoso cañón. Aquí está bien, insiste Said, aunque otros siguen adelante. La tortilla, el tayín, la caminata y, en definitiva, el cansancio me invita a tumbarme un rato con el libro de Canetti abierto sobre el pecho. Cuando me incorporo, descubro que Said se ha cambiado de ropa y, con el bañador puesto, se acerca decidido al agua. ¿Recuerdas aquellos primeros baños en Ualidia?

Debe de estar helada, me digo por los cómicos aspavientos de Said, que incluso grita a cada mínimo avance. Tras unas buenas risas sale con esa cara de felicidad suya de después de un chapuzón. Yo también quiero bañarme, aunque sea para despedirme del verano. Pero en cuanto meto los pies, me pregunto si no acabaré resfriándome. Me tiemblan las rodillas y, aunque remojo las piernas y los brazos para acostumbrarme al frío, termino saliéndome. A cambio, decido dar un paseo por el sendero.

Tras el chapuzón

En cuanto arranco la caminata, me encuentro con cuatro chicas que hablan en inglés, aunque parecen marroquíes. ¿Habrá alguna extranjera? A la cabeza, Rinad, camiseta negra y pelo corto. Se asoma al río para calibrar los dos o tres metros de altura. ¿No se irá a tirar? Sin pensárselo dos veces se lanza al agua para alegría de sus amigas que gritan entusiasmadas. Le sigue Hiba, larga melena rizada y biquini negro. Aún más júbilo. Desde la orilla animan a sus compañeras. Vamos, que está buenísima. One life! ¡Solo se vive una vez!

Llevan razón, me digo, y regreso donde antes se bañó Said. El agua está helada, pero ahora sé que yo también voy a zambullirme. Mi amigo me hace fotos sin perder de vista a las recién llegadas. Cuando el frío me llega a la cintura, se me acelera el corazón, pero ya no hay quien me pare. Me hundo por completo, nado unos metros y la corriente me impide alcanzar un pequeño salto de agua. Incluso intenta robarme una pulsera que cuentas verdes que compré en El Jadida. ¿Tan fácil es perder algo que crees tuyo para siempre?

Expectación, momentismo y dudas

Al salir veo que ya son tres en el agua. La tercera, también Hiba, media melena y camiseta blanca le insiste ahora a la que falta. Dalal, pelirroja y biquini marrón, la observa desde arriba. Dejadme sola, que nadie se me acerque. ¡Ay, madre, qué miedo! ¡Vamos, Dalal! It’s only one life! Si ya lo sé, pero es que… Se ha formado un corrillo de jóvenes atraídos por estas cuatro chicas que no les hacen el menor caso. Ni atienden a sus comentarios, ni les impresiona que se lancen desde otra roca aún más alta. Están concentradas en Dalal. Son cuatro, son amigas, se apoyan entre sí y me parecen indestructibles. Esa sororidad genuina las une y las fortalece. Vamos, Dalal, ¡tú puedes hacerlo! Dalal retrocede un par de metros, examina el terreno, se golpea el pecho, mira de nuevo a sus amigas jubilosas y sonríe sabiendo que ha llegado su momento. Pide silencio quizás para que todo Akshor oiga su grito de guerra mientras se precipita sobre el río: One life!

13 respuestas a “Cuatro chicas intrépidas

Add yours

  1. Me encantó este relato. Me recordó a cuando fui al puente de Dios. realmente sentí que estaba zambullendome en esa agua helada, volvi a enamorarme del lugar y me dije: Es cierto Solo se vive una vez» por lo tanto, volveré. Gracias fue hermoso

    Le gusta a 1 persona

  2. ¡Un paseo espectacular el que nos relatas! Por las fotos , imagino que fue una caminata rodeados en todo momento de naturaleza, Unas fotos bonitas, las que compartes. Por otro lado, sguramente debido a mi edad, eos de lanzarme al agua desde cierta altura sin saber que hay bajo mis pies no va conmigo. ¡ Y menos si sé que el agua está helada!
    Una caminata interesante la que nos relatas.
    Saludos

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Blog de WordPress.com.

Subir ↑