¡Ilumíname, Sherezade!

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Una puerta detrás de una puerta y que esconde otra

Sherezade, tú, que te salvaste de la muerte durante mil y una noches. Tú, que hilaste una historia con otra enredando al sultán Shahriar con maestría. Tú, que conseguiste mantener en vela a tu oyente que posponía tu muerte amanecer tras amanecer para conocer el final de la historia. Sherezade, tú, que conseguiste mantener la atención. Tú, que dejabas de relatar en el momento justo para desear volver a saber más. Tú, que te enfrentabas a una condena terrible. Tú, que metiste un cuento dentro de otro cuento, que tenía otro en su interior en cuyas entrañas descansaba aún otra historia. Dime, Sherezade, ¿podrás ayudarme a empezar mi relato? Pretendo escribir sobre lo que veo en el hammam pero no sé si tendré el talento para hacerlo con ingenio, si las palabras se juntarán con gracia. Temo no conseguir trepar esta montaña, perderme por el camino o morir antes de llegar al final de la ruta. Ahora que me enfrento a mi cuaderno de notas en blanco, te pido, Sherezade, que me ilumines.

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Una roca que es una mesa donde come algún ifrit

—Ganas me dan de meterte en un ánfora cerámica y tirarte al mar hasta que algún pescador te rescate —me dijo Sherezade irritada—, no hay nada en lo que te pueda ayudar, Mrteh. ¿O acaso crees que yo seguí un camino marcado? No te creas que es tan sencillo como trazar líneas de un punto a otro como si de un juego infantil se tratara. Nadie me indicó cuándo debía haber un encantamiento, ni por qué aparecía un ifrit, ni como lograría el protagonista conquistar a su amada. Seguí mi instinto y una aventura me llevó a otra. No solo no puedo ayudarte sino que he de hacerte una advertencia: “¡No hay escritor que no muera, pero el tiempo eterniza lo escrito por sus manos! ¡Así pues, no dejes escribir a tu pluma más que aquello de lo que puedas enorgullecerte el día de la resurrección!”. Más te vale comenzar cuanto antes, que no te alcance la destructora de las delicias, la que separa a los amigos, sin escribir antes lo que atesoras.

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Vigilado djin vigilante

—No tendrás nada que hacer si tu corazón está vacío —continuó Sherezade algo más calmada—, habrás de haber vivido, gozado y sufrido para poder relatar algo digno de ser contado. Si tus ojos ven el inmenso mar como si fuera un seco lago, si no te parece ese rostro más bonito que la luna llena, nada de lo que escribas merecerá la pena ser leído. Tendrás que buscar en tu interior hermosas palabras, maravillas y poesías y hablar de la belleza, de la sensatez y de la virtud, pero también de la pasión, de la traición y del engaño, porque si quieres no aburrir a tu audiencia, tendrás que alternarlas. Consigue que quien te lea, abandone la lectura con un alma intensamente cambiada, alegre e impregnada del gozo de vivir. Y no vuelvas a decirme que quieres hablar de los demás, porque tan pronto como entres en los baños árabes, serás tú el primero en desnudarte. Cuanto más intentes ocultar tus pensamientos, más obvio será para tu lector, así que no seas tan ingenuo de pensar que podrás guardarlos bajo llave. Vendrá un djin cuando menos te lo esperes y te distraerá, dejarás de estar alerta y entonces comenzará de verdad tu novela.

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La fórmula mágica

—Sigue ahí tumbado pensando que estás en soledad, que nadie te observa y que solo tú estás atento a lo que hacen los demás. No tienes ni idea de lo que está por llegar. Para empezar dentro de unos instantes entrará un viejo de barba blanca y chilaba hasta los pies que te pedirá que le ayudes. Movido por la curiosidad, le dirás que sí y todo comenzará a cambiar, pero tú no te vas a dar ni cuenta de lo que en realidad está ocurriendo. Sigue pensando que escribirás sobre los demás. Ven cada semana al hammam y observa cómo se comportan todos. Antes de que te des cuenta, serás tú el centro de la historia. Y ahora, vuelve a reposar, aún quedan unos minutos hasta que llegue el ciego, quizás incluso no aparezca hoy y tengas que esperar hasta la próxima visita.

“Tumbado boca arriba con los ojos cerrados dejando que mi mente vuele libre, lo único que me ata a la realidad es el golpeteo esporádico de gotas de agua que caen sobre mi desnudo cuerpo”.

Todas las entradas dedicadas a la escritura de mi primera novela se encuentran en la pestaña No es asunto tuyo dentro de la sección El escriba.

Tiempo rememorado: enero – mayo 2016

10 comentarios sobre “¡Ilumíname, Sherezade!

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  1. Tan interesante como ameno, pese a ello, permíteme una observación:
    En el segundo párrafo, en la intervención de Sherezade, aparece erróneamente un «cuando» en lugar del correspondiente cuándo.
    Aquí te dejo una norma que te servirá para salir de dudas con respecto a cuándo ha de llevar tilde: Siempre que el vocablo pueda ser sustituido por «en qué momento» sin que la frase requiera ninguna modificación, has de colocar tilde.

    Le gusta a 1 persona

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