Se acerca el final del mes sagrado y el sábado por la tarde tras la rotura del ayuno todos esperan a saber si la luna dictará que el sacrificio ha terminado hasta el próximo año. Aún no se ve la sonrisa del nuevo mes, así que se alargará un día más. Bnaissa, un amigo que siempre me invita a sus eventos familiares, me escribe diciendo que la fiesta de final de Ramadán será el lunes y espera que vaya a su casa a las nueve de la mañana. Tomo nota mental para no olvidar la chilaba que me regaló.

Al llegar, antes de que empiece el habitual ajetreado de saludos y preguntas sobre mi vida y solo pueda concentrarme en entender lo que me dicen, le consulto a mi amigo por el plan exacto del día para saber a lo que atenerme. Me responde con su habitual escasez de detalles: iremos en el coche con mi mujer y los niños a ver a un familiar. Lo primero que pienso es que después de año y medio de amistad, por fin voy a ver a su esposa en persona. No se lo comento porque ya he intentado hablar con él muchas veces este tema sin llegar a ninguna explicación que yo encuentre razonable. Acepto la situación tal cual es. Describe el resto del plan: primero iremos a casa de mis suegros, después a visitar a un familiar y luego a otro. Ya está, esa es la explicación, sin nombres de lugares o personas y sin hora para volver. A mis ojos todo se hará según surja.


En el coche me pregunta por los mensajes que le envío sobre cada nueva entrada del blog. No sabe español y no entiende para qué sirve, pero intuye que disfruto haciéndolo y no investiga más. Cuando llegamos a la casa de sus suegros, salen todos al patio a saludarnos, las mujeres agachan la mirada cuando me dan la mano y todos instan a los niños a que besen al tío, como llaman a cualquiera que se acerque a los pequeños. Después de la ruidosa recepción, los hombres pasamos al salón con tapizados bancos corridos. Enseguida nos sirven té con pastas. Mohamed, el suegro de mi amigo, machihembra sus preguntas con las mías. Me interesa conocer su vida y su visión del mundo. Él solo quiere saber en qué trabajo. Pruebo a ver cómo suena decir que soy escritor, pero ante la confusión, mi amigo me rescata diciendo que soy ingeniero. Siendo verdad me suena falso, o más exactamente a algo ya pasado.

Se reconoce la llegada de la hora de comer porque los otros hombres de la familia se aglutinan alrededor de la mesa. Mientras, los niños juguetean a nuestro alrededor. Están curiosos por la presencia de un extranjero y compiten unos con otros por ver quién se atreve a hablarme. Al terminar, montamos en el coche para ir a otra casa. Una pareja de ancianos espera en el salón. Cuando entramos están silenciosos, pero nuestra visita les enciende el ánimo y hablan con Bnaissa y su suegro para saber cómo se encuentran los demás. Están ajenos a las redes sociales o mensajes de teléfono y parece que hemos dado un salto cincuenta años atrás. Entra uno de sus hijos y entre todos se discute su falta de fortuna para encontrar mujer. Desgrana lo que le desagradó de las dos primeras. Le abronco medio en broma diciendo que ni siquiera se ha afeitado para un día festivo y que así nunca se casará. El resto le toma el pelo y le dice que haga caso del europeo, como si eso fuera un valor añadido para tener razón.

Cuando caminamos a ver a otro familiar, el suegro me señala la fortaleza de las mujeres del campo, que cargan con pesadas carretillas. En la siguiente casa, un viejo come a tientas en la penumbra. Ahora el anciano anterior me parece rejuvenecido. Coloca su bastón evitando que se cierren las contraventanas. Se hablan muy cerca el uno del otro y hacen preguntas cortas cargadas de significado, como si de valiosos telegramas se trataran. Esta última visita se prolonga hasta que nos alcanza la noche. En el coche de camino a casa, Bnaissa quiere saber cuándo dejaré eso de escribir y buscaré un trabajo de verdad. Quiere que montemos un proyecto juntos, uno de importación-exportación, me aclara para que me dé cuenta de que se trata de un negocio seguro. No sabe que estos días en los que me lleva consigo para ver a su familia aciertan en el centro de la diana de mis ansias de ser escritor.
experiencias, a veces enriquesedoras para la vista, el alma, las ansias, etc…. yo sueño c on conocer marruecos aun me falta dos años, pues lo hare en los primeros momentos a jubilarme,
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Si llegas a Marruecos con la mente abierta y tienes la suerte de conocer a gente buena, te resultará un país fascinante.
Espero que puedas cumplir tu sueño.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
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Me identifico contigo en eso de que nadie entiende la razón que me impulsa a decir que soy escritora, pero creo que lo empiezo a comprender, si no vives de un trabajo o de una actividad, nadie la valora. Me encantó saber de vuestras costumbres y seguiré disfrutando de tus entradas. Muchas gracias. Besos a tu corazón.
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Muchas gracias María por compartir tu opinión con nosotros.
Ánimo con tus escritos.
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Muchas gracias por todos los mensajes de apoyo.
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M gusta cómo describes tus visitas y como lo adornas con esas instantáneas.. 🙂 Seguiré leyendo tus entradas.. Abrazos d luz
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Me ha gustado mucho Alberto!
Según lo escribes, es muy fácil imaginarlo.
Muy bonitas las fotos.
Un abrazo
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Nos ha gustado mucho esta entrada.
Me recuerda a las visitas navideñas
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Ja ja yo doy fe de ese temblor de manos en reposo. También doy fe de que tu corazón se ve tan feliz Alberto. Gracias por las fotos y tus comentarios.
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Para que saquen otro a relucir mis defectos, ya lo hago yo mismo. ¿Tiene, querido lector, previsto destapar más trapos sucios?
Muchas gracias por los ánimos.
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Día muy chulo, pero tengo una curiosidad: por qué no tenéis pie derecho ninguno de los dos de la foto «días de fiesta»?
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sonrisaforqué, yo etsoy sentado encima de mi pie porque me sentía tan a gusto y a él se lo he cortado al subir la foto para que no fuera más que yo.
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Gracias por compartir algo tan íntimo como interesante.
Saludos
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Todas las fotos de esta entrada son chulas, pero la del pie de foto «Día de fiesta» es difícilmente superable, congratulations Mrteh!
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Y eso que las hice con el móvil. Tuve que usar la rodilla para apoyarme y que así salieran medianamente nítidas. Si vieras cómo tiemblan mis manos «en reposo».
Gracias por tu comentario, David.
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