Juan Goytisolo, viaje al sur

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Makbara de Juan Goytisolo

El junio pasado, cuando me enteré de la muerte de Juan Goytisolo, me entristeció no haberle conocido en persona, lamenté que no hubiéramos charlado juntos. Lo poco que sabía de él, me hacía pensar que nos habríamos llevado bien, que se trataba de un alma hermana que me habría entendido. Contaminada la cabeza con estos pesares, comienzo a leer Makbara precisamente porque significa cementerio y porque se tratan de relatos íntimos, como si intentara lograr el esquivo diálogo. Intento atrapar el aire con un red. Me imagino que él mismo lee para mí cuando asalta una frase en árabe. Lo saboreo con calma y he estirado sus páginas para llevármelo en mi viaje a Marrakech, ciudad donde vivió. Me despierta la primera llamada a la oración de la mañana. La mezquita está más cerca de lo que me había pensado, abro los ojos solo un instante. La jornada va a ser larga, después de dos días paseando por la medina con el amarillo volumen en mis manos, hoy es el día del homenaje a Juan Goytisolo.

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Amigos de Juan

Los turistas miran los techos del Palais Bahia y respetan el cordón que limita la sala donde nos sentaremos. El viento tumba los carteles anunciadores del evento, como si se hubiera aliado con el escritor para evitar excesos. Llego temprano, me siento en un lateral, por una vez silencioso y observo el ajetreo de los organizadores, la alegría de los reencuentros entre amigos que destapan las primeras emociones y la llegada de las autoridades, con el continuo registro de cada paso de las cámaras unidas por un hilo invisible. Comienzan los discursos institucionales, monsieur l’Ambassadeur, monsieur le Ministre, aunque acostumbrados a estos eventos, dejan entrever sentimientos reales. La lectura apasionada de la placa conmemorativa de la ciudad de Marrakech cae como un rayo sobre el público que se agita por la emoción, se percibe sinceridad en lo escrito. Continúan hablando los amigos, son como charlas de café en las que rememoran las anécdotas divertidas y cercanas, que muestran cómo era Juan, lo llaman siempre por su nombre de pila y lo mencionan en presente, como si estuviera sentado en una de las sillas con nosotros, apenas ausente un instante.  Cada uno atesora su momento favorito, el encuentro en la universidad, la dedicatoria de un amigo casi marroquí, la comida en casa, una bosa llena de libros, la lectura de sus cartas y al juntarlos todos, se forma un nudo en la garganta, se humedecen los ojos, en presente, porque incluso al recordarlo, me invade la emoción. No he tenido la suerte de conocerle en persona, pero en este momento me parece tenerlo a mi lado, escuchando las palabras de los suyos. Me emociono hasta las lágrimas y callo por timidez. Me hubiera gustado haberles dicho lo privilegiado que me siento al estar presente en aquella reunión que se ha vuelto íntima, que termina invitando a que se acerquen los de su tribu.

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Lecturas pendientes

Por la tarde está programada una mesa redonda para tratar de su obra. Hablan amigos y destacan su proyección verdaderamente internacional, su timidez en el mundo real que contrasta con la total desnudez en los libros, su inmensa generosidad con los escritores jóvenes, su cercanía con los desfavorecidos. Desgranan el viaje hacia el sur que supuso su vida y lo comparo con el mío propio. Siento de nuevo rabia por no haberle conocido. Se muestran apasionados por la sinceridad de sus textos, por la osadía de mostrarse sin protección frente al mundo, por las inagotables enumeraciones que pueblan sus páginas, por su libre uso de los signos de puntuación, colocando libremente dos puntos a modo de comas. Una voz, que desde hoy es amiga, relata la primera lección que le dio Juan y que ha sido una guía desde entonces. Colocar estratégicamente arabismos para dar el justo sabor exótico, que no empalague en el paladar. Esa semilla ha quedado ya plantada.

Sesión nocturna : ancien siège de Bank Al Maghrib : exposición de cuadros de relevantes artistas marroquíes : apertura de puertas de un local normalmente cerrado : todos admiran el cuadro que iluminan las cámaras : Ibrahim se torna ante el asedio de los focos : shuha : ¿no conoces a Abdelhadi? : te lo voy a presentar : ten cuidado con este albarráneo, su árabe no es muy bueno, a pesar de lo que piense : me toma el pelo, se burla de mí, me siento acogido : el horro total : cuidado, no es así, horro es un adjetivo y la hache es muda, no como en darija : fehemtini zama? : subimos arriba, luego bajaremos abajo : deberías comenzar por Telón de boca : arranca el cuentacuentos a relatar una historia con traducción simultánea : la idea es buena pero los invitados prefieren hacer cola para disfrutar de la comida del cocinero famoso : bendita charla horra : se acaba el día : desde la terraza puedo ver la halqa de Jemaa El Fna : no quiero que este día termine, pero me consuela pensar que aún podré estar un par de horas deambulando entre los distintos grupos y que puedo rememorarlo siempre que quiera leyendo Makbara. De nuevo reconozco mi fortuna.

Juan descansa en la almacabra de Larache cerca de Jean Genet, pero sigue muy vivo en los que le recuerdan, en sus libros y en el hormigueo interminable de Jemaa El Fna, «todas las guías mienten, no hay por donde cogerla».

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Jemaa El Fna

Makbara de Juan Goytisolo está editado por Galaxia Gutenberg con dibujos de Eduardo Arroyo.

17 respuestas a “Juan Goytisolo, viaje al sur

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  1. Juan era uno de los nuestros. El hermano de los desgraciados y de los pobres. Era un amigo, un «point de repère» en este mundo loco. Un padre. Lo conocí, joven estudiante, cuando hacía mi tesis justamente sobre «Makbara» en 1986. Recuerdan esta frase? «Al nas li ma yafahmunich ma yabqawch iteb’ouni. Ana bi douni chek fel djiha ojra m’a al masakin li daymen iwajdu essakin». Descansa en paz Juan. Te quiero…

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    1. Muchísimas gracias por tu comentario. Cuando lei «Makbara», sentí que lo había escrito para mí, sobre todo, cuando me asaltaron las primeras palabras en dariya.
      Me das un poco de envidia por haberlo conocido. Un placer tenerte por aquí.

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  2. Con tu descripción mr has trasladado a esa sala donde se llevaba a cabo el homenaje. Y he sentido la pasión en las palabras que flotaban en el ambiente; esas palabras dedicadas a alguien amigo que ya no está.
    Nunca he leído a Goytisolo, pero tu relato me ha abierto el interés.
    Un saludo

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