
Debió de ser a primeros de septiembre cuando una amiga me soltó esa sentencia. A mis ojos no había nada que justificara que los acontecimientos se dirigieran en tal dirección. Acababa de tener la entrevista anual con mi jefe con una valoración muy positiva, tenía un plan a tres años para desarrollar el departamento hacia los objetivos marcados y me resultaba inconcebible que se truncara su puesta en marcha. No le di ninguna importancia a sus palabras e incluso me irritó levemente lo que interpreté como una absurda afición a vaticinar cataclismos. Cual si fuera Casandra, no di crédito a su pronóstico. Me equivoqué. En las semanas siguientes, para mi sorpresa, la presión que forzaba mi desplazamiento indefinido a Rumanía fue en aumento. Yo me mantuve firme en mi idea de permanecer en Marruecos. Había tardado treinta y cinco años en descubrir mi sitio en el mundo y no estaba dispuesto a abandonarlo por una decisión laboral que además encontraba equivocada.
A cada nueva muestra de insistencia respondía con rotundidad que era en Marruecos donde tenía sentido que estuviera. Internamente me pesaban los motivos personales, pero les argumentaba con las razones profesionales más poderosas que se me ocurrían. Todo era en vano, la tormenta no arreciaba. Fantaseaba con la idea de que una mañana entrara alguien a mi despacho y me dijera que se había decidido (un sujeto invisible, impersonal, kafkiano) que me quedara finalmente en Kenitra. Quizás la noticia fuera acompañada de una regañina que avisaba de mi nula posibilidad de futuros ascensos en los siguientes ciento cincuenta años. Mrhaba. Me parecía un mal menor. Sin embargo, lo que terminó llegando fue un correo electrónico anunciando mi traslado. De inmediato llamé a mi letrado. ¿Desde cuándo tenía yo un abogado? Me explicó el significado que escondía la misiva y los siguientes pasos a dar. Lo relataba como si de una partida de ajedrez se tratara, en la que cada movimiento predefine el inmediatamente posterior en una rigida sucesión. Me estaban echando. Era la segunda persona que me lo decía. Esta vez sí que le di crédito. Saber con seguridad lo que iba a ocurrir, consiguió aliviar la constante presión que sentía en las sienes. Durante ese periodo estuve profundamente irritable, fruto de las escasas horas de sueño y el ansia que me provocaba la incertidumbre. Ahora que podía leer el futuro con claridad, la desazón se evaporaba y podía decidir por mí mismo.

Jueves casi invernal. Me despierto a las cinco de la mañana por la inercia de las últimas semanas en las que cada vez me he ido levantando más temprano. No queda ropa que planchar. Ayer fue mi despedida del trabajo. Ya he escrito el último correo. Los asuntos pendientes que ya no me incumben aún revolotean en mi cabeza. Olvidé entregar la llave del despacho a mi sucesor. Pruebo con un mensaje madrugador para acercársela a la parada del minibús de empresa (1). Me deshago del vínculo final que se aleja por la avenida Mohamed V. Caras sorprendidas y brazos que se agitan tras los cristales. No soporto el silencio que me invade. Lo callo con los auriculares y busco algo que me ayude en este momento en el que el abismo se abre bajo mis pies.

Atravieso la calzada como si llevara prisa, que nadie se dé cuenta de la falta de ocupación, de que soy un expulsado. Nunca antes me he sentido así. Aún no son las ocho de la mañana y siento que todos me observan, me escudriñan, me juzgan. ¿Qué hace un gauri caminando por la calle como si fuera un vagabundo, un desempleado, un apestado? A saber lo que habrá hecho. O lo que no. Lamento no tener conmigo un maletín que disipe la imagen de ociosidad, que me ayude a creerme el propio personaje que se está formando en mi cabeza. Una bolsa de ordenador pegada al costado me ayudaría a ahuyentar este vértigo que me trastorna. La música precipita mi marcha acelerada y el torrente de pensamientos. No te dejes caer, agárrate fuerte, ya sabías que esto ocurriría, puedes hacer lo que quieras, no mires atrás, camina siempre hacia adelante, el futuro está en tus manos, ¿y por qué no me concentro mejor en el presente?, afina tu deseo, no tendrás otra oportunidad de estar a gusto, de devenir mrteh. Cierro los ojos y decido: hammam, Marruecos, escribir. ¿Y qué te impide alcanzarlos?
(1) Desde el café en el que escribo puedo ver la misma avenida, pero ahora mi estómago permanece indiferente al trasiego de autobuses que se dirigen a la zona franca.
Todas las entradas dedicadas a la escritura de mi primera novela se encuentran en la pestaña No es asunto tuyo dentro de la sección El escriba.
Tiempo rememorado: 10 de noviembre de 2016 (Antes de las 8am)
Me ha recordado mi propio despido, y lo poco que me alteró el aviso de que el mismo tendría lugar cuando el jefe tuviera dinero, algo que no creí que sucediera nunca, puesto que yo le llevaba las cuentas, pero llegó ese final, y ni siquiera recuerdo haber dicho adiós. Después de haber estado años pasándolo mal mentalmente, el despido fue como una liberación.
Sigo leyendo tus posts, y aunque me gustan cada día más, se me hacen cortos.
Por cierto, se puede comprar tú libro en español y dónde.
Saludos.
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Muchas gracias por tu comentario. Está bien que lo que escribo te recuerde a tu propia vida, aunque sea acerca de un momento no especialmente agradable. Sin embargo para mi fue fundamental decir adiós.
Mi primera novela va a ser publicada en las próximas semanas insha allah. Aquí mismo os contaré más detalles.
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Alberto… como me gusta leerte, que bien trasmites tu angustia y cuanto me solidarizo contigo.
Que valiente.
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Monica querida,
me alegro de que te guste el blog, aunque me sorprende un poco que te haya angustiado, yo que veía la entrada como un camino hacia la luz.
Creo que soy más inconsciente que valiente…
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No me angustia tu blog, solo la entrada en la que describiste tu despido…
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Esto es raro, pero me alegro de que te haya angustiado.
La siguiente va a estar llena de luz.
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Fue un antes y un después en tu vida…
El comienzo de una nueva etapa que siempre habías deseado ….y ya está aquí!!!
Y la estás disfrutando muchísimo….y los que te seguimos y apoyamos también…
Enhorabuena!!!Besossss
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A menudo pienso que fue un momento-bisagra.
Me encanta que pases por aquí a comentar. Muchas gracias.
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Qué duro debió de ser todo esto. Relatas aquí un final y un principio.
Eso es ser positivo.
Y felicidades por tu premio otra vez.
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Vaya mezcla de temas…
Pensé que esta entrada dejaría más bien un poso optimista.
Gracias por tu continuo apoyo.
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Tan ameno como interesante.
En el primer párrafo hay algo que no se corresponde con el género: «… los objetivos marcadas…».
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Gracias Fran.Volvemos a los errores de primero de EGB…Un abrazo.
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¿Y ella cómo lo sabía? lo siento, no puedo dejar de pensarlo, jeje. Imagino que estaría «bien relacionada».
Por mi parte me alegro que ese mal trago haya desembocado en estos relatos semanales que tanto me gustan. ¡Siempre adelante!
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Algunas mujeres tienen esa capacidad de saber lo que va a ocurrir a través de detalles mínimos que, al menos a mí, me resultan irrelevantes.
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Concentrarse en el presente, parece fácil, pero necesita entreno. Gracias Mrteh.
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Necesita muchísima práctica, diría que diaria. Leyéndote a ti, es más fácil.
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Alberto, las despedidas en navidad son aún más crueles si cabe.
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Un responsable de RRHH me dijo una vez que ya había comprendido que había manera de acertar con la fecha para comunicar una cosa así.
Bienvenido a El zoco del escriba.
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Y lo siguiente que hiciste fue ir a correr la Media Maratón de Tánger con nosotros ese domingo, inolvidable experiencia…
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¡Menuda memoria tienes! Creo recordar que no gané la carrera…
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