La primera vez que me ocurrió, me pilló totalmente desprevenido. ¿Acaso era cierto que escribía de forma enrevesada? Acababa de arrancar este blog, y estaba deseando escuchar tu opinión y la de cualquiera. Todavía me sigue interesando conocer lo que piensas, sobre todo cuando me propones alguna mejora, pero ya no tengo esa ansia inicial. Aunque había escuchado algo sobre la reescritura del lector, no tuve manera de imaginarme lo que Bea me confesó. Mi amiga acababa de leer un artículo sobre el último correo, y quiso contarme su interpretación de lo que significaba. Me parecía que el asunto no tenía mucha vuelta de hoja: después de semanas de tensión en las que temí que me despidieran, por fin ocurrió y la rotura de la incertidumbre me hizo sentir totalmente sereno, y feliz por embarcarme en un viaje por un “océano de tiempo”. La expresión ni siquiera es mía, sino de una película y en ningún momento creí que pudiera tener un significado oculto. El caso es que el texto había conseguido que ella llorara, se había emocionado porque sentía que le hablaba de su fe en Dios y en la vida eterna. No pude evitar echar una carcajada, y de inmediato me disculpé un poco avergonzado e improvisé una especie de disculpa: Si para ti significa eso ¿quién soy yo para corregirte?

Cuando le dije esas palabras, no las sentía realmente, pero unos días más tarde, me di cuenta de la verdad que encerraban. Tan pronto como publico un nuevo escrito, deja de ser mío y, si lo quieres, comienza a ser tuyo, y eres totalmente libre de darle el significado que más te guste.

Muchos meses más tarde compartí charla con un grupo de mujeres que adoran la lectura. Tienen un club de escritura en Rabat y ya me habían invitado en una ocasión para interrogarme amigablemente. Esta vez el grupo no era tan numeroso: Amal, Rkia, Zakia, Imane, Bahia y Ester. Yo intuía que habían entrado a menudo en el blog porque las estadísticas habían subido en las dos semanas anteriores. Lo que no me esperaba es que supieran tanto como yo sobre lo que había escrito. E incluso más. Su análisis del texto recorría parcelas por las que mi cabeza no había pasado cuando lo relaté. Mira Mrteh, aquí el niño dice que puede leer la mente de los mayores y, en el párrafo siguiente, eso hace exactamente el narrador. Ah, pues parece que llevas razón, pero no estoy seguro de que lo hiciera intencionadamente. Y si lo hice, lo he olvidado. Quizás no debería ser tan sincero con vosotras…

Las mujeres continuaban subrayando la repetición de temáticas que habían detectado, por puro placer, como si fuera un juego de naipes: niños inocentes, cementerios como lugares sosegados, un trato más sensible hacia las mujeres y un sinfín de propuestas que no me daba tiempo ni a valorarlas para buscarles una explicación. Internamente sentía que no había meditado jamás sobre nada de aquello, que trabajo de manera intuitiva, pero no quería confesarlo por temor a decepcionarlas. De hecho, se rieron cuando se lo planteé respecto a algún punto concreto, como dando a entender que sabían que estaba de broma. Me fui con la duda de si se habría saciado su curiosidad.
Supongo que hay a quien le divierte hacer un análisis más académico de los textos, meditar sobre el tipo de narrador y cosas por el estilo, pero intuyo que, en mi caso, cuanto menos lo piense, mejor.

Y el colmo de la intrepidez se ha dado esta misma semana. Llevaba tiempo con la idea de escribir algo sobre Abdelghani Bouziane, pero su curriculum me resultaba tan impoluto (acción social y cultural esencialmente) que de alguna forma me parecía que podría resultar falsamente halagador, así que, con su permiso, le di la vuelta y lo transformé en un salvaje que encierra a niños en sus fabulosas esculturas. En los comentarios, Pilar interviene planteándose si no somos nosotros esas estatuas inmóviles que hemos dejado de vivir conscientemente. Su idea convierte la historia en una metáfora sobre la falta de energía vital y me parece que su versión es mucho más potente.
Así que he decidido apropiarme de esas estatuas que somos todos nosotros cuando nos olvidamos de disfrutar de la vida y nos dejamos llevar. Sé que algún día volveré a escribir sobre ellas. Estoy seguro de que las lectoras rabatías, tan atentas siempre, se darán cuenta de la repetición temática.
Hola Alberto
En mi caso, la lectura de tus relatos me sirven para evadirme del mundillo del marketing online en el que ando metido y en donde todo está dirigido a la venta, al SEO y temas por el estilo.
No me considero capacitado para hacer un análisis de tu obra bloguera ni captar esos matices literarios que pueden ver otras personas. Pero sí me gusta mucho cómo juegas con el tiempo. Sobre todo, en aquellos posts en los que relatas hechos pasados como si estuvieran ocurriendo en este mismo momento.
Otro detalle que me gusta es cuando escribes como otros autores.
Un abrazo
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Pues fíjate que eso sí que está hecho con intención. Me parece que la cercanía siempre ayuda.
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El ‘tú a tú’ y el tiempo presente son muy blogueros. De las pocas cosas que lo diferencian de otros géneros literarios. Si es que el género bloguero se puede considera un género.
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Nunca había pensado en esto que dices, pero es posible que lleves razón.
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Lo que parece un cementerio, al comienzo de la página, es para mí un campo de golf en el que los jugadores han marcado dónde han quedado sus bolas para continuar el siguiente golpe…es lo que tiene la libre interpretación de las cosas
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Me encanta que mi cementerio sea tu campo de golf. Exactamente a esas cosas me refería.
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