Hoy, sábado 10 de septiembre, regreso a Azru. Hace unas semanas, cuando Said y yo íbamos hacia Merzuga, me quedé con ganas de hacer noche en aquel pueblo del Atlas Medio. Esta mañana, camino de esas montañas, al cruzar por Sidi Yhia y Sidi Sliman, Francesca y Jean-Pierre me piden al oído que pare, aunque solo sea un momento, para deambular de nuevo juntos por sus calles. Finalmente, al llegar a Sidi Qacem, su insistencia es tal que me veo obligado a aparcar junto a las vendedoras ambulantes de pan casero para echarle un vistazo a la plaza junto a la mezquita.
Francesca me está recordando algo que prácticamente ya he olvidado, pero en cuanto pongo un pie en la plaza, primero se calla y al poco se esfuma por completo. ¿Qué le habrá hecho desaparecer tan súbitamente? ¿Será por el mercado improvisado que hay junto a la fuente reseca?
La plaza se ha convertido en un zoco que a estas horas aún está cerrado. Los plásticos que envuelven los tenderetes me impiden adivinar qué se vende y paseo entre los puestos intentando descubrir qué ocultan. Pero ¿no me moría de ganas por volver a Azro? ¿Por qué me he parado aquí? Al girar para regresar al coche, me topo con dos jóvenes, Abdelatif y Amin, que desayunan regaifas con té recién hecho. Me invitan a sentarme con ellos mientras me resuelven el misterio del mercado surgido de la nada. Me marcho sabiendo que muy pronto volveré a ver a verlos. Bislama, dreri!

Hoy, domingo 11 de septiembre, regreso de Azro. Detesto conducir de noche y lamento que se me haya echado encima el atardecer, pero, a pesar de todo, aparco precisamente donde lo hice ayer y regreso a la misma plaza, que a estas horas está tan llena como imaginaba.
Me adentro en el bullicio dejándome arrastrar por la corriente de compradores hasta llegar al puesto de mis nuevos amigos. Su tienda hace esquina, del lado de la calle provisional Abdelatif vende en su papelería ambulante y, al otro lado, frente a la peluquería, Amin se ocupa del puesto de libros de segunda mano. Al verme me invitan a pasar y me ofrecen una silla quizás para no estorbarles, así que me encuentro en el mejor palco posible para disfrutar del espectáculo.

En la papelería los clientes van dejando en un cestillo de plástico todo lo que sus hijos necesitan para la escuela. Suheil, el primo de Abdelatif, llega para echarle una mano. ¿Cuánto vale esto? Suheil le dice que ciento cuarenta dírhams, pero Abdelatif lo está vendiendo a ciento veinte. Oye, ¡poneos de acuerdo! Es que yo le digo el precio precio y él el precio amigo. Pues cóbrame todo a precio amigo, Allah irham lualidin. Algunos llegan con una lista con todo anotado y Abdelatif se encarga de hacerles la compra. Aziz le entrega confiado trescientos dírhams señalándole a su hijo. Dale a Yhia lo que te pida, que yo tengo que llevarme al pequeño a casa. Mañana me das las vueltas.

En el puesto de Amin, en cambio, nada es tan fácil. Los clientes vienen a por los libros con prisas y exigencias. Français, contabilité, géographie, ualakin tabaa yedida, que sea la nueva edición, physics… ¿No tenemos el libro de física? Sí, mira bien. Y Amin rebusca en una caja de cartón escondida bajo el tenderete. En su puesto se vende, se compra y se intercambia y, sobre todo, se discute el precio, así que el pobre Amin no da abasto con tanta cháchara. Cuando se vacía un poco, aprovecha para recolocar los libros, a sabiendas de que pronto llegará alguno para revolverlo todo de nuevo buscando algún libro que le falte. ¡Ah, lalla, que no nos queda! Pero la mujer no desiste. ¿Por qué no aceptará un no por respuesta?
Para colmo, aquí llega lalla Jatera, que exprime a Amin regateando cada manual y, cuando parece que ya están llegando a un acuerdo, vuelve a quejarse del precio de alguno con que ya había cerrado el trato. Amin se harta y tira todo por los aires. La mujer promete entonces ser razonable y empiezan de nuevo. Bueno, lalla, este vale tanto. Bzef, juia! Y vosotros ¿dónde estudiáis? En la madrasa Ibn Jaldún. ¿Ibn Jadún quién es? ¿El director? Pues no lo sé, pero seguro que mi profesor puede aclarárnoslo. Abdelmayid es bien simpático, dreif bzef. Mamá ¿cuándo comienzan las clases? El lunes. ¿Y eso cuándo es? Pues mañana, hijo. Entonces mañana le pregunto a Abdelmayid quién es ese tal Ibn Jaldún.

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