¡Hazlo a derechas, shitan!

A diario tomo el tren que me lleva a Rabat. Normalmente voy en la navette, el cercanías que une Kenitra con Casablanca. El de las siete y media siempre está a tope de trabajadores y estudiantes que, con el tiempo, vamos conociéndonos. El otro día sin incluso un hombre en la peluquería me saludó diciéndome que él también era un uld lanavet, somos hijos del cercanías.

Hoy, por el contrario, he hecho unos papeles a primera hora y he acabado montado en el tren de la diez, un larga distancia, el Atlas que va de Fes a Marrakesh. La verdad es que me gusta más porque disfruto de su variopinto paisaje humano y a menudo encuentro viajeros con ganas de charla.

Estación de Kenitra

Suelo subir por el último vagón para recorrer el tren hasta encontrar un sitio libre. En el Atlas los asientos están asignados en el billete, pero no para quienes tan solo somos uled lanavet, así que nos sentamos donde podemos. Luego el dueño del asiento llega y nos levanta. El trajecto acaba pareciendo una partida de ajedrez, smahlia sidi, heddi blasa dieli, con tanta pieza que cambia de casilla. Los peones de la navette terminamos a menudo fuera del tablero, de pie en el pasillo.

A pesar del intenso calor, avanzo a toda prisa sin quitarme el abrigo hasta situarme junto a la ventanilla en el asiento 97. Un peón en la casilla de una torre. ¡Qué suerte! Pero en cuanto descargo la bolsa, llega un hombre señalando mi sitio. Mi gozo en un pozo, me digo, pero el caballero me perdona la vida sentándose en la casilla del caballo 96, aunque pronto comprendo que más bien se cree el rey de la partida. Otras piezas van ocupando sus asientos haciendo levantar a los peones intrusos hasta completar el tablero.

Compartimento de segunda clase

Durante el trayecto cada uno aguanta el intenso calor como mejor puede: abanicándose con el billete, quitándose alguna prenda o bebiendo agua. Bsaha el hammam, le digo en broma al alfil 94, una mujer que suda sin parar. A mi lado, el caballo 95 opta por hidratarse, ajeno a que su rival no le quita ojo: ¡Pero, beba con la derecha, hombre! ¡Con la izquierda es cosa de Satanás! Y usted qué si sabe si no soy zurdo. ¡No, no, no! Beber con la izquierda es cosa shitania. En Marruecos bebemos con la derecha. Y usted qué sabe si… ¡Que no, le digo! ¡Aquí se bebe con la derecha, hombre!

Caballo 96, el pobre, no sabe si reír o llorar, alucinado de que un desconocido le llame la atención de semejante forma e intenta defenderse. Y usted qué sabe si… ¡Por supuesto que no! Si su hijo bebe con la izquierda, porque tendrá usted hijos. Un hombre como Dios manda tiene que tener hijos, mohim, si su hijo bebe con la izquierda, hay que decirle: No, interdit! ¡Terminantemente prohibido!

Nuestro parlanchín caballo suelta alguna palabra en francés para darse importancia, pero enseguida vuelve al dariya. Gul bismila u sharab bil limin. C’est facile! Lisar interdit! La izquierda está prohibida, hombre. Da gracias a Dios y bebe con la derecha. Y da un trago para demostrarnos lo fácil que es. ¿De qué zapato se ata usted primero los cordones? Del derecho ¿no? Pues claro, porque usted será un hombre hecho y derecho.

Antes de la partida

Mi vecino de asiento intenta rebatirle, pero el caballo está desbocado y no le deja intervenir. Lisar interdit, shitan, c’est facile! Kein shitan u kein lkarim! Vaya, una expresión nueva, mira tú por donde voy a aprender algo. Los asuntos de Dios no se mezclan con los de Satanás.

Estamos todos sudando porque la calefacción sigue encendida. Reina 91 comienza a quejarse pero nuestro sabelotodo no le deja acabar. Pues claro, por la mañana hacía frío y el conductor ha puesto la calefacción. ¡Bien hecho, maalem! Sentencia el caso mientras se seca el sudor pasándose un pañuelo por la frente con la mano izquierda. ¿Y eso no es cosa del Diablo?

Completamente estupefacto miro al resto de los viajeros buscando una mirada cómplice. Alfil 94 me sonríe, pero al instante me hace un gesto como diciendo: ¡Vaya tarugo nos ha tocado! Y el resto mira cada uno para un lado sin intervenir. Caballo 96 no calla, continúa dándonos lecciones sobre Satanás. Como es verdad que hace un calor de mil demonios, rebusco en mi bolsa una botella de agua, mientras me pregunto con qué mano beber. ¿Y si le doy un buen trago sujetándola con la izquierda?

¿Y si le doy un trago con la izquierda?

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