
A veces temo estar contando verdades a medias o dando por generales las situaciones excepcionales. ¿Protagonizo mi propia “Tesis de Nancy”? Hoy, sin embargo, no me tiembla el pulso. Domino el tema: Multas por exceso de velocidad en Marruecos. ¿Qué quieres saber al respecto? Sin pretenderlo, me he convertido en un experto. En absoluto conduzco rápido, pero tienen los controles marroquíes de tráfico la sorprendente habilidad de colocarse en rincones poco peligrosos, pero con alta probabilidad de descubrirme sin haber ralentizado a tiempo. ¿Un desvío por el que nadie pasa desde los tiempos de Ibn Batouta? Por allí cruzo a setenta y uno cuando el límite estaba en sesenta quilómetros por hora. Su saludo habitual: La vitesse, monsieur. Me molesta por igual que me hablen en francés, pagar una multa y ser tan imbécil de no haber visto cómo me apuntaban con el aparatoso medidor de velocidad. En España, me limitaría a seguir mi propio ritual: agradecer que la vida me premie con una sanción (que puedo pagar) y no con un accidente. Sin embargo, en Marruecos las alternativas son múltiples. Y tentadoras. El resultado de la prueba se ha convertido en un examen para medir mi evolución con el idioma local.
Primera fase: Compresión limitada de las alternativas
Si eres tan ingenuo como yo, o tu darija aún es inmaduro, no comprenderás lo que esconden los Shnnu ndiru?: una propuesta de resolver el conflicto con un apretón de manos que oculte un billete dobladito del que apenas se distinga el color. Esperan que sea marrón, como mínimo verde. Pero no entiendes sus palabras y pagas multas y multas de trescientos y setecientos dirhams sin vislumbrar las alternativas. Hasta que un día te acompañará un marroquí que te explica lo que te estaba ofreciendo el hombre de uniforme. –¿Tú crees? –Mia fil mia.– Te prometes estar más atento la próxima vez. No tarda en llegar la siguiente rotonda en la que poder observar con nuevos ojos. Es verdad que muestra pereza al sacar el taco de hojas de colores. Parece que se han esfumado las prisas que mostraba cuando me reclamaba la documentación. Se entretiene preguntándome de dónde vengo y a qué me dedico. No entiendo todas sus palabras, tendré que leer entre líneas, interpretar sus gestos. No quiere escribir. Me mira esperando mi reacción. No te pases de obvio, Mrteh. Un apretón de manos, un bslamah sidi y puedo seguir mi viaje. Era cierto. La sorpresa dura hasta el siguiente contrôle routière.

Segunda fase: Clara comprensión de la picaresca (y su posterior rechazo)
Después de la exitosa primera vez, en la que mi corazón latía acelerado, me doy cuenta de la sencillez de la maniobra. Funciona a menudo. Unas palabras de relleno antes de doblar la entrega y vuelta al vehículo tras apenas dos minutos. Sin gasto de tinta ni de papel: seamos ecológicos. El subidón de adrenalina inicial se esfuma rápido y comienza a invadirme una desagradable sensación. Formo parte de la corrupción que me rodea, la que tanto critico. Ya no podré ser exministro algún día. No quiero acostumbrarme a este malestar, así que el siguiente problema con la vitesse lo resuelvo por la vía institucional. Vuelvo al principio, en la guantera se acumulan los documentos que certifican los lugares en los que he tenido una charla con algún uniformado. Al menos duermo mrteh por las noches.
Tercera fase: Uso ventajoso de la lengua local
Llegar hasta aquí me ha costado años de sanciones, enfados por la presencia de controles en rectas sin peligro y discusiones sin consenso. Firme aquí. Por la vía del ceño fruncido no conseguirás jamás pasar de la segunda fase. Tuve la fortuna de librarme de un pago simplemente por estar ese día de buen humor. Le expliqué amablemente que era una pena haber cometido el error ya que intentaba siempre respetar las reglas. Me miró a los ojos, le sonreí y me devolvió la documentación. Sin apretón de manos. Desde entonces he ido mejorando mi técnica basándome en aquella experiencia. Comparto contigo mis conclusiones para librarse del pago: reconoce el error (dirt jata), asegura conducir fenomenal (ana maalem), exagera tu tristeza (ana mafrhansh), agradece no haber sufrido un accidente (ahsan mn lmaqbara), sonríe amable, habla sin parar y observa su reacción. Cuando encuentres su debilidad, explota la idea: ahora que estaba tan contento, que ha venido mi hermano a verme y ya no tendremos dinero para un hotel y tocará dormir en el coche. Nunca se exagera demasiado en Marruecos. Si tienes suerte, te dejará marchar. Una vez incluso me dio un abrazo. Tú sonríe. No dejes nunca de sonreír.

Esto me ha dado mucha risa porque es algo muy común en Argentina, así que si un día vienes por acá sigue con la misma actitud, sólo deja el darija.
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Yo que pensaba que este país tenía estas prácticas en exclusividad…
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Una de las veces me tocaba volver desde Rabat hasta Tanger Med con mi coche (matrícula española y mujer sola al volante, carne de cañón perfecta para los polis). Como sabía que me iban a parar preparé mi coartada. Dejé en la cartera tan solo monedas y los billetes los escondí en el sillón del copiloto. Lo que ya sabía no se haría esperar, «Madame vitesse», le digo que no, que imposible, me enseña foto, no tengo mucha escapatoria, empiezo a hablar para convencerle, el señor no está por la labor pero empiezo a ponerle cara de pena y a decirle que lo único que tengo son las monedas y un bocadillo de mortadela hala, claro, que si quiere eso que lo coja pero que son las únicas monedillas que me quedan para el barco y mi bocata….el hombre sonríe y YALLAH YALLAH, prueba superada!
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Jajajaja.
Teatreara con premeditación y alevosía. No me extraña que te funcionara.
Gracias por compartirlo.
¿Tienes más hostorias de estas?
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Hola Alberto
Muchos copywriters deberían pasarse por Marruecos para aprender lo que es la verdadera persuasión.
Un abrazo
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Jajaja, desde aquí hacemos el llamamiento.
Gracias por pasarte por el zoco.
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Me parto, han estado genial tus clases, jajajajaja. Y una sonrisa sincera de todo lo que nos libra!!
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Como buena alumna, te has quedado con lo esencial. Un abrazo.
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Recuerdo estar haciendo cuentas dentro del coche para pagar entre 5 una multa y, mientras tanto, el Mrteh cascando un abrazo a la autoridad…y multa salvada. Completamente real. De traca.
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Creo que he escrito esta entrada únicamente para leer tu comentario sobre cómo estabais ya poniendo dinero los que os quedasteis en el coche…
Un abrazo, hermano.
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