Con alas de Ícaro

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A punto de coger las alas

Camino rápido hacia casa con la cabeza gacha, como si buceara bajo las aguas y no pudiera asomarme a la superficie hasta el final de la piscina. Evito las interrogativas miradas ajenas y los rostros ceñudos que advierten que ya no trabajo. He pensado en profundidad acerca de este momento. La primera vez que lo visualicé fue en la terraza grande de Moulay Idriss mientras charlaba con Imad. Sus preguntas impertinentes, socráticas, infatigables me forzaron a alcanzar con un mes de antelación la situación en la que finalmente me encuentro. Aquel día pasé del miedo al vacío a la euforia de tomar un tiempo sabático. Abrí mentalmente esa puerta e imaginé cómo subía el Kilimanjaro, exploraba las islas griegas para imitar a mi adorado Henry Miller y tapaba con una manta a algún tembloroso sirio de mirada agradecida. Como un tsunami me invaden las ideas de todo lo que quiero hacer. Al menos me llevará un año llevarlo a cabo. Me paro en seco. No tiene sentido seguir andando como una gallina descabezaba. Tengo que poner en orden mis deseos, mis planes, mis sueños. En tal situación, sé que me ayuda a reflexionar la sala cálida del hammam. Aún no han dado las ocho de la mañana cuando apoyo mi desnuda espalda sobre el abrasador terrazo.

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Preparado para el vuelo

La imaginación vuela veloz, apenas presto atención a los que tengo a mi alrededor. Hace semanas que es así. Las notas que tomo en el vestuario cada vez tratan más de mis preocupaciones y menos de lo que ocurre en los baños. Está próximo el acontecimiento fundamental que marcará el Meshi Shughlek, el que unirá el voyerismo con los conflictos interiores, pero aún no lo sé y dejo que mi mente se aleje libremente de la húmeda sala. Corono cumbres, tomo trenes, saludo en otras lenguas, respondo a miradas provocativas. Como en un atractivo puesto del zoco fantaseo con un futuro repleto de momentos placenteros en un idealizado porvenir que barniza las tribulaciones pasadas. Antes de que mis alas de cera se fundan por el abrasador horno del hammam, desciendo y medito sobre mi plan de forma más realista. Algún día tendré que buscar un trabajo de verdad. Querré que sea en Marruecos, así que estudiaré francés y árabe mientras dure este sabático sueño para preparar el momento que deba solicitar un empleo. Serán esas lecciones las que me mantendrán en vigilia, el ancla que me atará a la realidad. Ahora que sé que permanezco unido a la ella, puedo disfrutar del vuelo sin miedo a que el sol derrita mis enceradas plumas. Y me veo a mí mismo en la distancia y visualizo el año venidero con una nitidez desconocida.

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Antes del salto

Me observo en el vestuario de los baños tomando notas sobre lo que vi en el interior. Semana a semana hasta llegar a San Silvestre y cumplo así la promesa que hice doce meses atrás. Y el cuaderno está completo y descansa a mi lado, en la mesa en la que tecleo con furia. Reviso lo escrito en cada visita a los baños y vuelco la experiencia en el ordenador, sin levantar la cabeza. Y fluyen las palabras como si ellas solas se escogieran. Y cada mañana se enfría el té con hierbabuena que el camarero me sirvió entre risas por el mismo chascarrillo de cada día. Y sé los lugares que debo frecuentar antes de que el reloj dé la hora. Regresaré a las salas en la Talaa Kebira de Fes, me sumergiré en las aguas sulfurosas de Moulay Yacoub, el último baño lo haré en España, en algún local de lujo que contraste con estos populares. Y siento anticipadamente que todo cobrará sentido gracias a la dedicación diaria a la tarea. E intuyo que pronto comprenderé que nada está bajo mi control, sino que el propio relato es el que me ordena cómo ha de discurrir la historia. Y a pesar de ser comienzos de noviembre, ya veo la novela terminada y sé que me dedicaré a escribirla hasta que la sienta concluida, que eso es lo que quería crear y apenas es mitad de mañana de la primera jornada sin trabajo, pero ya he retirado de mi mente los “me gustaría”, los “quiero intentar” y los “es solo para divertirme”. Las agujas se alinean a las doce y escribiré Meshi shughlek.

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¿Como Ícaro?

Todas las entradas dedicadas a la escritura de mi primera novela se encuentran en la pestaña No es asunto tuyo dentro de la sección El escriba.

Tiempo rememorado: 10 de noviembre de 2016 (A media mañana)

12 comentarios sobre “Con alas de Ícaro

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  1. Amo Marruecos, su gente, sus geografia, sus aromas, sus medinas, sus colores…y tú me acercas tanto allí…hasta tus narraciones ya tienen voz propia al leerte. Es un placer.Éxitos! Un abrazo. Val.

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  2. De nuevo gracias por dejarnos asomar y notar tus sensaciones en esos inicios de tu novela.
    Me encanta la fotografía «antes del salto». Supongo que será en Marruecos pero también hay un lugar en la zona de Pinares taaaan parecido… ¿Coincidencia?

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    1. Gracias a ti, Olga, por tu continuo apoyo.
      La foto que mencionas está hecha en Moulay Bousselham y lo que se ve al fondo son las montañas del Rif, en el norte de Marruecos. Jamás me había percatado del parecido. Ten en cuenta que aquí estás oyendo llamadas a la oración, marroquíes discutiendo, tambores de los jóvenes… como para pensar en Vinuesa está uno.

      Le gusta a 1 persona

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