
Me sorprende que lo que he visualizado se desarrolle de manera casi idéntica. Cada día me levanto temprano. Alterno distintas cafeterías. Manías de escritor, me imagino aclarándolo en una entrevista televisiva. A optimista no me gana nadie. ¿Qué puede fallar? He traducido mis notas sobre el hammam en un relato que se va formando en el ordenador. He tenido que ir varias veces por semana a los baños para compensar mi ausencia vacacional y así cuadrar el número de visitas con el de semanas del año. Parece que sigo siendo un ingeniero, supongo. Incluso he presentido que los temas que han ido surgiendo durante la historia vuelven a aparecer para cerrarse. De nuevo fantaseo con aclarar esta sensación a un periodista imaginario. Como te decía antes, todo se cuenta por sí mismo, como si me lo dictaran. A falta de alguien que me ponga los pies en la tierra, mi mente vuela alto. Las jornadas transcurren y se acerca el final del año. La última visita será en un spa en España, por aquello del contraste. Los personajes me imponen la despedida que desean. En realidad, se parece a la de aquella película que siempre me hace llorar, pero ¿quién soy yo para negarles que tengan lo que ellos solicitan?
Todo ha sido sencillo. Disfruto de un viaje siempre hacia adelante. Nada ha resultado doloroso y me he divertido de principio a fin. Según me acerco a la meta, me digo, ¡ay!, aún me duele al recordarlo, voy a leer lo que ya está escrito. Quizás haya alguna falta de ortografía, aunque lo dudo. Es posible que, al teclear, haya pulsado de manera incorrecta. Todo el mundo comete errores. A lo mejor hay alguna idea que no queda clara. Soy humano. He podido equivocarme. Iluso pretencioso. No estás preparado para el trauma de leerte a ti mismo. Ánimo, chaval, que lo vas a necesitar. Estás a punto de descubrir la primera versión del Meshi shughlek. Ni el título se salva, que has ido a buscar uno que NADIE puede pronunciar, salvo los marroquíes, pero NINGUNO de ellos tiene querencia a los libros. Ponte cómodo y ten un bolígrafo a mano para las correcciones.

¿Errores de mecanografía? A cientos. Pico y pala para arreglarlos. Nada grave. ¿Palabras repetidas? Tú mismo. Entras en la sala cálida, te sientas en la cálida sala, descansas en el calor de la sala, te vas de la sala porque, déjame adivinar, ¡está demasiado cálida! Todo un giro argumental. Cuidado no resbales en la sala resbaladiza al marcharte. Sigue leyendo, es tu propio hijo. ¿Ideas que aparecen una y otra vez? Cada dos páginas explicas cómo te frota la piel el ksel. Este aprieta demasiado, aquel te deja marcas, tu amigo lo hace como un profesional, el de Fez lo acompaña de un masaje, fulano te hace daño, mengano te frota con desgana. Y siempre en la cálida sala, por supuesto. La realidad es, escritorzucho, que el que no conoce un hammam, ya lo ha entendido la primera vez que lo has explicado, no necesita leerlo. Y cuando te aventuras a transcribir conversaciones es aún peor. Eres capaz de hacer el ridículo en multitud de idiomas. Pretendes hablar el darija con soltura, pero sabes que no fue así como hablasteis. Todo está filtrado por tu pobre vocabulario. Y te atreves también en francés e italiano. Sin miedo al ridículo. Como si no fuera lo suficiente con tu propio idioma. No te vengas abajo, tienes que seguir adelante. Y no intentes corregirlo todo de golpe. Limítate a comentar en los laterales lo que pasa por tu cabeza.

No hay motivo para que arranque la historia. Falta gancho. Cambiarlo por completo. ¿Por qué no aparece nadie en la descripción inicial? ¡Se supone que es un hammam lleno de gente! ¿Otra visita sobre sentirme incómodo? Enrevesado, absurdo. Las dos historias no guardan relación entre sí. No entiendo lo que quiero decir. Ni gracioso, ni entretenido. ¿Pretendo asustar aquí? ¿A quién le puede interesar esto? Ni yo sé a lo que me refiero. Idea repetida. No resulta tan agradable como me imaginaba. Orientalista, barroco. De tan sutil, ni sé lo que ocurre. Le he cambiado el nombre al ksel sin darme cuenta. No aporta nada. Me deja frío, y estamos en un hammam…
No te lo imaginabas así, ¿verdad? Creías que sería una experiencia agradable, que te entusiasmaría. Te gustaría quemarlo y que nadie lo leyera. No lo hagas. Corrige y vuelve a leer, y vuelve a corregir hasta que te duelan los dedos. Hasta que tu sangre impregne el papel.
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Tiempo rememorado: Noviembre 2016 – Febrero 2017
Alberto, guarda estas correcciones manuscritas.
(You never know…)
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Cuando terminé de revisar las correcciones, por instinto, guardé esas notas. (You never know…)
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Hay que ser exigente. Sí piensas que tienes que corregir corrige. Pero confía en tí mismo, y confía en tu novela. Es parte del proceso
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Muchas gracias por los ánimos, hermana.
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Hola Alberto
Alguien me dijo una vez que escribir es desescribir. Todo el mundo puede escribir; pero escribir bien con las menos palabras posibles -pero precisas- y que el resultado siga siendo igual de eficaz o mejor solo está al alcance de unos pocos.
Un abrazo
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Eso me temo. Es muy complejo ser preciso. Seguiré intentándolo.
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Seguramente descubrir en ese momento los errores fuese desesperante, pero con ese tono de humor con el que lo cuentas me he divertido leyéndolo.
Qué bien sabes hacer eso en tus escritos, crear sensaciones cuando los leemos. Adelante, escritorazo!!!
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Muchísimas gracias Olga. ¡La mitad lo pones tú misma!
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Esto me hace creer aún más, que el resultado será magnífico!!!
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Ilusa…
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En la vida se corrige el rumbo contínuamente, ¡qué es una pequeña errata en…EL TÍTULO de tu novela…comparado con éso! Jaja
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Gracias por intentarme animarme quitándole importancia. Si solo fuera la errata en el título…
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