
Al principio no era más que la madre de mi amigo Imad. Una de esas mujeres marroquíes que interrumpen las conversaciones ofreciendo té. Insistía en que comiera, aunque tuviera la boca llena. Continuamente se preocupaba por si tenía frío o calor. Todo el tiempo estaba pendiente de mí. Como muchas otras quizás, pero en ella lo recuerdo más nítidamente. Yo deseaba concentrarme en la charla con mi amigo, en sus repentinos cambios de soltería a compromiso y vuelta atrás. Malika llegaba de la habitación contigua y comprobaba que todo estuviera bien en el salón, que la tetera no se hubiera vaciado. En esa otra sala en la que nunca entraba se encontraba su anciana madre. A veces les acompañaba su hermana y la casa se llenaba de risas femeninas. Esas carcajadas fueron lo primero que despertó mi curiosidad por ella. Comencé a tomarle el pelo para provocarla. Como si fuera de mi propia familia. Fingía que la comida no estaba a mi gusto mientras le mostraba el plato relamido. Entonces titubeaba un instante hasta que se daba cuenta de mi broma y me abroncaba como a un niño travieso.
En una de mis visitas el año pasado a Moulay Idriss, Malika se había marchado de viaje. Quizás su ausencia fue lo que me llenó de mal humor y no solo la lectura de Houellebecq. Me di cuenta de lo mucho que disfrutaba viéndola en mis viajes a aquel pueblo sagrado. La siguiente vez que nos encontramos la atiborré a preguntas, como si fuera mi última oportunidad de conocerla. Ella se mostraba confundida por el interrogatorio y le mentí diciendo que lo necesitaba para un relato. En realidad, solo quería escuchar su historia, relatada en un castellano que en parte ha olvidado. Le echaba un cable para que avanzara. Algunos de los fallos me divertían y pretendía escribirlos en mi cuaderno. Me parecían valiosos, pero ella frenaba en seco y me amenazaba. Fruncía el ceño preocupada por el uso que fuera a hacer de sus palabras. ¿Seré capaz de encontrar el sitio adecuado donde colocar su deslumbrante sesenta y diez? Se nota que es profesora de francés. Su español se ha contaminado con un gracioso resultado. Escuchaba atentamente su recorrido, por el placer de hacerlo, sabiendo que me estaba prohibido transcribirlo.
Debió de ser hace un año cuando vino mi madre con otros familiares. Pasamos la noche en Moulay Idriss y ni les mencioné la existencia de Imad y de su madre Malika. Me pareció que solo teníamos tiempo para ejercer de turistas. A la salida del mercado municipal, en la zona que gracias a ellos ahora llamo “el inframundo”, una voz me llamó por mi nombre desde la verja de la escuela. Me encanta que me reconozcan por la calle. Sobre todo, si voy acompañado de algún familiar. Pero esta vez la cara amiga estaba enfadada. –¿Por qué no has venido a casa?– Tras las presentaciones, Malika son obligó a subir a tomar un té con ella, sin derecho a réplica. Yo balbuceaba al intentar justificar nuestra apretada agenda. Pero ya se le había pasado el disgusto y le explicaba a mi madre que yo era como un hijo para ella. –Es como Imad– Lo que transformaba aquello en la primera charla entre mis dos madres. Desde entonces cada una de ellas me pregunta cómo se encuentra la otra. Y se envían imágenes de flores mutuamente por teléfono.

Ahora me aseguro de que dejaré un rato libre para charlar con Malika cada vez que voy a Moulay Idriss. Siempre me descubre algo de su vida que desconocía. Algunos de sus secretos prefiero no compartirlos, no vaya a molestarle la ligereza de mi lengua y no vuelva a confiármelos por miedo a que los haga públicos. Una tarde me confesó que le gustaba la poésie y que escribía. Su primer poema lo dedicó a su propia ciudad. Asegura que vino una radio y ella lo leyó delante de todos. Tiene muchos escritos en árabe que me cuesta entender. Me pide que los traduzca. No me atrevo a decirle que no, aunque temo que mi trabajo no estará al nivel del suyo. Si no te satisface, espero que me permitas seguir tomando el té contigo cuando regrese a Moulay Idriss.

CERCA DE MÍ
Cerca de mí,
lejos de mí.
Apiádate de mi dolor,
has despertado el picor,
porque el amor me enloquece,
porque temo que te alejes,
y me siento tristísima,
y no duermo,
mis ojos no se cierran.
Ten piedad de mi dolor,
no merezco este sufrir.
Malika Bubrahimi
Hola, me encantó tu estilo narrativo, y el desenlace de una historia de amistad profunda. Entre tus líneas se manifestó muchos valores y tradiciones de de un pueblo cuya generosidad, no siempre fue y es entendible. El mero hecho de invitar a uno a tomar una taza mejor dicho un vaso de té, ya es testimonio de unos principios arraigados e inculcados en nuestra forma de ser. Me gustó la atrevida atención de compartir el sentimiento de alteza cuando en el zoco o en la ciudad se le reconozca o se le llame por su nombre. Eso ya es el colmo, un detalle o excusa para pavonear, y lucir ante los demás. También en su narración, reconozco su modestia, al decir que el hecho de traducción literal o al pie de la letra, no siempre, cumple con la originalidad del poema, temiendo una desvío, o falta de respeto. Pero le reconozco sus detalles vividos y compartidos .
Gracias.
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Me alegro mucho de que te haya gustado el texto y de que encuentres motivo de halago.
La verdad es que teniendo a Malika cerca es fácil encontrar motivos para el halago.
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¡Qué cercano ha sido leerte! He sentido que estaba ahí, junto a vosotros; en esos momentos ordinarios y a la vez tan intensos. He llegado hasta aquí por un « me gusta » y me alegro mucho de haberle encontrado. Un cordial saludo.
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Muchísimas gracias por tu comentario. Me alegro de que te haya gustado conocer a Malika. Me sorprende cómo has llegado hasta aquí, con lo banales que parecen los «me gusta».
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Un homenaje a las madres de todo el mundo, cuyo amor es unos de estos símbolos universales y sin fronteras. Un saludo a Malika!
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No ha sido un homenaje intencionado. Me resalta fascinante su forma de ser. Era inevitable que hablara de ella. Gracias por tus palabras.
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Hola Alberto
Entre tanta tecnología, es de agradecer que dos madres puedan contactar de la forma como cuentas en este relato.
Un abrazo
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Muchas gracias. Comparto esa visión de que la tecnología nos aleja a veces de las personas.
Muchas gracias por pasarte por aquí.
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Hola, Alberto para mi fue todo
una alegría comprobar el cariño que te tiene Malika, es una persona amable sosegada y cariñosa, no me importa nada compartir un hijo con ella, espero visitarla pronto otra vez. Besos
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¡Tu comentario vale más que todo mi texto!
Yo creo que Malika aún no sabe que he escrito sobre ella, ¿por qué no se lo dices tú?
Un besazo. madre.
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Me ha llamado Malika para darme las gracias por la entrada en el blog. Lo primero que ha hecho, eso sí, es echarme la bronca porque hace mucho que no voy a verles. No cambia…
Te manda recuerdos.
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Si es una suerte disfrutar de nuestras madres, ¡mucho más tú que tienes dos! qué bonito relato, y me encanta vuestra foto sentados juntos, amorosos, cada uno con vuestro libro.
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Me alegro de que te haya gustado. Malika nunca quiere hacerse foto, pero yo insisto hasta que sale la que quiero. Se deja hacer.
Mil gracias Olga.
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Hola, mamá!
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Si whatsapp se autodestruye, os invito a que continuéis vuestras conversaciones en este foro. Cuidate, hermano.
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